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Ricardo Medina Macías

Los límites de la tolerancia

Una de las peores consecuencias del pacifismo bobalicón –tan de moda desde la intervención armada en Irak– es justamente la peligrosa tolerancia al chantaje colectivo y al terrorismo que hemos desarrollado

La democracia no puede tolerar argumentos idiotas como los que justifican el terrorismo de los intolerantes. Con toda energía se deben desenmascarar los falsos argumentos de quienes pretenden justificar el terror como método de lucha política. No hay causa, por noble que quiera presentarse ante la opinión del público, que justifique el recurso al chantaje y el terror.
 
Cuando en una democracia se ultrajan las normas elementales de convivencia, por ejemplo, cuando se sustituye el debate racional por los falsos argumentos de la "movilización social" o de la presión extralegal, esa democracia está en riesgo de muerte.
 
No hay que esperar a que los vándalos políticos de hoy se conviertan en los terroristas de mañana para actuar. Las semillas del terrorismo como método de gobierno y persuasión deben destruirse desde que son eso: semillas que anticipan el totalitarismo de mañana.
 
Por eso, aun más grave que el vandalismo y el portazo como métodos políticos son los falsos argumentos de quienes –fingiéndose víctimas– aducen "no nos ha quedado otro remedio" que recurrir a tales métodos porque "hemos sido avasallados por la ley o por la votación de las mayorías".
 
Decía Karl Popper en "La sociedad abierta y sus enemigos" que la tolerancia jamás debería extenderse a los promotores de la intolerancia: "Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia. Debemos reclamar entonces, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes".
 
Hay que entender que los amagos de intolerancia de hoy –impedir la discusión civilizada, obstruir la convivencia, justificar la violación de la ley en nombre de la lucha política– anticipan que los intolerantes de hoy serán los terroristas totalitarios de mañana si no encuentran desde ahora una respuesta firme e intransigente. Los machetes de ayer usados como argumento disuasorio son los manotazos y los gritos destemplados de hoy y serán los crímenes "revolucionarios" de mañana.
 
La insidia de los intolerantes disfrazados de demócratas consiste, precisamente, en esa machacona retórica que llama al diálogo mientras arremete con las tomas violentas de los escenarios de convivencia, sean las tribunas parlamentarias, los espacios de opinión o la vía pública. Esa misma insidia asoma su rostro terrorista, bajo la máscara del discurso político, cuando recurre a la descalificación gratuita del adversario, al insulto, a las imputaciones sin sustento, a la suspicacia enfermiza –así se llama– como remedo de la argumentación racional y sustentada en hechos.
 
Una de las peores consecuencias del pacifismo bobalicón –tan de moda desde la intervención armada en Irak– es justamente la peligrosa tolerancia al chantaje colectivo y al terrorismo que hemos desarrollado.
 
Que los intolerantes no engañen a nadie con su discurso de víctimas a las que "no ha quedado otro remedio" que dinamitar las bases de la convivencia democrática.
 
© AIPE
 
Ricardo Medina Macías es analista político mexicano

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