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Robert J. Barro

Primeras calificaciones para Bush

Como el presidente Bush lleva ya medio año, podemos darle a sus programas económicos las primeras notas. Su principal logro ha sido, claro está, la rebaja de impuestos, lo cual recibe altas calificaciones por haberle quitado al Congreso grandes cantidades de dinero que de otra manera hubieran gastado en “programas sociales”.

Pero es una lástima que la mayor reducción de los ingresos estatales este año sea el reembolso dado a los contribuyentes, lo cual es una manera de reducir impuestos sin proveer incentivos al trabajo ni a las inversiones. Otra característica negativa es la aplicación gradual de las rebajas de las tasas impositivas. Al igual que ocurrió en la recesión de 1982-1983, la expectativa de que las tasas futuras fuesen más bajas que las actuales incentiva a posponer el esfuerzo y las inversiones, con lo cual se empeora la contracción económica actual. Sorprende ver que se repite la misma equivocación. Sin embargo, a largo plazo, la rebaja impositiva y la eliminación del impuesto sucesorio ayudarán mucho.

La reforma del Seguro Social parece prometedora, en especial por la probable introducción de algún tipo de cuentas personales. La ventaja es que incorporan la noción del derecho de propiedad y de opciones en el sistema de seguridad social. Los derechos sobre cuentas personales significan que los beneficios futuros dependerán menos del capricho de los políticos. Mientras que las opciones sobre los tipos de cuentas le permitirá a la gente ajustar la cartera de inversiones a sus propias preferencias de riesgo y rendimiento.

Lamentablemente, algunos de los defensores de las cuentas individuales usan argumentos engañosos sobre su potencial de mayor rendimiento. Pero debemos recordar que el rendimiento actual es bajo porque los trabajadores hoy están financiando los generosos beneficios que reciben sus padres y abuelos y no sólo porque no hay cuentas individuales.

Uno de los más extraños aspectos de la administración Bush es su apoyo al aumento del financiamiento de programas educacionales del gobierno federal. Los 42 mil millones de dólares propuestos en el presupuesto del Departamento de Educación es un buen ejemplo de los gastos en beneficencia que el Partido Demócrata impulsaba en los años 30 y los años 60. No es sorprendente entonces que cuente con el apoyo del senador Edward Kennedy y de otros demócratas de izquierda. Sorprendentemente, para llegar a un acuerdo con los demócratas Bush eliminó lo mejor del paquete, el financiamiento que permitía optar por educación privada.

Los republicanos están supuestos a oponerse a programas sociales que se han comprobado como ineficientes. Además, es preferible que la educación se maneje a nivel local y de los estados. Y mejor que ampliar el Departamento de Educación sería eliminarlo, pero admito no comprender a los “conservadores compasivos”.

La administración Bush tiene mejores ideas en cuanto a energía y al medio ambiente, al menos lo que dicen respecto a perforaciones petroleras, construcción de plantas eléctricas, energía nuclear y sobre el Tratado de Kyoto es equilibrado y le da la espalda al ambientalismo extremista. A la Casa Blanca le ayuda el contraste con el gobernador demócrata de California, Gray Davis, cuya respuesta a la crisis energética de su estado es atacar a las empresas eléctricas, socializar la industria y tratar de proteger a los consumidores de los precios de mercado. La política energética de California es similar a su política respecto al agua. En ambos casos, el mercado funcionaría mucho mejor que el socialismo y reformas chapuceras.

Queda por verse cuáles serán las reformas legislativas sobre la salud. Es probable que se amplíe el Medicare (subsidio médico a los ancianos), incluyendo el pago de medicamentos con receta. La razón de ello no está clara, ¿por qué una mayor porción de las medicinas van a ser pagadas por el contribuyente común y menos por los viejos, cuando el típico anciano no es pobre? Además, tales intervenciones añaden distorsiones al sustituir al mercado por el gobierno.

Dado todo esto, yo preferiría haber recibido la reducción del impuesto y haberle dado al gobierno tres años y medio de vacaciones. Sin embargo, Newt Gingrich trató en una ocasión de cerrar al gobierno, pero eso fue muy impopular. Por lo tanto me temo que vamos a tener que aceptar una mezcla de políticas positivas y negativas en el período de Bush.


© AIPE


Robert J. Barro es profesor de Economía de la Universidad de Harvard y académico de Hoover Institution.

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