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Roger Bate

Alimentos “culturalmente apropiados”

Las prioridades en la lucha contra el hambre parecen claras y evidentes, pero algunos no creen que el verdadero desafío es evitar la malnutrición. En la Cumbre Mundial de la Alimentación, el año pasado en Roma, Oxfam International comentó que “los programas de ayuda alimenticia han sido históricamente utilizados de manera inapropiada, al usarlos los países industrializados para salir de sus excedentes y crear dependencia alimenticia”.

Lo que dicen es que es malo que usted regale alimentos porque le sobran y tiene más de lo que necesita. Y si usted produce algo y hay gente que quiere más de ello, eso es peor todavía. Pero el asunto se pone más ridículo aún. Se está poniendo de moda que los alimentos deben ser “culturalmente apropiados”. Claro que no sería apropiado dar alimentos que no sean “kosher” a un judío ortodoxo o “halal” a un musulmán. Pero es muy diferente tratar de imponer nuestros propios gustos y preferencias a los demás.

En el caso del maíz, alimento básico para grandes regiones de América Latina y Africa, imaginemos dos mazorcas virtualmente idénticas, igualmente nutritivas y aptas como alimento sano. Alguien decide que una mazorca es aceptable y puede salvarlo de morirse de hambre, mientras que la otra no es aceptable y es mejor que usted se muera de hambre. ¿Absurdo? Claro que lo es, pero eso está sucediendo actualmente en Africa y costando vidas todos los días.

USAID, la agencia de ayuda internacional del gobierno de Estados Unidos, despacha desde hace años grandes cargamento de maíz para alimentar a africanos que están hambrientos. Parte de ese maíz es de variedades genéticamente modificadas y parte no. Uno y otro van mezclados. Los habitantes de Estados Unidos comen ese mismo maíz desde hace años, pero misteriosamente se dice que es un veneno y enfermará a los africanos. El año pasado, seis naciones africanas expresaron preocupación por el maíz que recibían. Cinco países terminaron aceptando la ayuda norteramericana, pero Zambia no.

El presidente de Zambia, Levy Mwanawasa, informó a las Naciones Unidas el año pasado que su gobierno no tenía la intención de “sacrificar vidas de la gente de Zambia aceptando alimentos genéticamente modificados”. Resulta que sus conciudadanos llevan años consumiendo ese maíz, pero el gobierno se negó a cambiar su posición y el presidente manifestó que “si Europa rechaza tales alimentos, ¿por qué los vamos a aceptar nosotros, solamente porque somos pobres?”.

Los europeos tienen una larga tradición de imponer sus costumbres en diferentes lugares del globo, pero en esta ocasión el daño que hacen es inexcusable. Los europeos están tratando de conseguir aliados contra los alimentos genéticamente modificados, bajo amenaza de suspender los nexos comerciales con la Unión Europea.

Nuevamente, el llamado “principio de precaución” de la Unión Europea se está llevando a extremos absurdos, pero el problema en esta ocasión no son pérdidas económicas sino pérdidas de vidas. A las naciones africanas les están diciendo que las cosechas genéticamente modificadas destruirán su biodiversidad agrícola. Eso, desde luego, no ha sucedido en Estados Unidos ni en Canadá ni Argentina y lo que realmente temen los europeos es perder exportaciones. La hipocresía es asombrosa. Por varias generaciones, la política agrícola común de Europa ha protegido a sus agricultores de la competencia de los países en desarrollo de Africa y América Latina. Pero ahora les dicen que para mantener una muy pequeña cuota del mercado agrícola europeo, tendrán que rechazar las técnicas modernas que les permitiría a los países pobres no sólo alimentar a su propia gente sino lograr una ventaja competitiva.

Felizmente, no todo el mundo cree que la tecnología de modificación genética es una conspiración norteamericana para dominar los mercados. La misma Comisión Económica de las Naciones Unidas para Africa advierte que “el mayor riesgo es no hacer nada y permitir que la revolución tecnológica los deje atrás”.

Jennifer Thomson, directora del Departamento de Microbiología de la Universidad de la Ciudad del Cabo mantiene que “las cosechas y demás alimentos genéticamente modificados son sólo una parte de la estrategia general para asegurar alimento suficiente para Sudáfrica y el resto del continente”.

© AIPE

Roger Bate es analista de TechCentralStation

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