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Rubén Loza Aguerrebere

Argentina , Paraguay, Uruguay (y la isla del paredón)

Esta semana es clave para la primera vuelta en las elecciones argentinas. La semana pasada me atreví a pronosticar que el ex presidente Carlos Menem pasará a la segunda vuelta. Sigo pensando lo mismo. Escribo desde el balneario uruguayo Punta del Este, donde he realizado consultas con innumerables argentinos que lo visitaron esta Semana Santa. Ciertamente, la gran mayoría de ellos piensa que Menem llegará a la segunda vuelta. Por lo demás, ha sido el único candidato al cual recibió el codiciado gobernador de Santa Fe, el ex corredor de Formula 1, Carlos Reutemann. Menem le ofreció participar de su gobierno; éste no respondió afirmativamente aunque comentó (dice La Nacion de Buenos Aires): “lo vi entero, con ganas, como esperaba verlo”. ¿Y el otro candidato al ballotage? Podría ser el también justicialista Néstor Kirchner (quien esta semana decisiva aparecerá por todo Buenos Aires fotografiado junto a “Chiche” Duhalde, esposa del actual presidente Eduardo Duhalde) o el liberal Ricardo López Murphy, quien exhibe un vigoroso ascenso, sobre todo en la capital argentina. Rodríguez Sáa (justicialista), que proviene de una familia que gobierna San Luis desde 1860, está casi, casi, empatado con Kirchner. Pero, al revés que éste, y como Menem, es un peronista vitalista, que reivindica la palabra liderazgo. Para algunos será el tercero. A medida que se reacomodan los candidatos, los encuestadores verifican permanentes cambios en el tablero político, y están convencidos de que el panorama de hoy, a pocos días de la elección, podría cambiar radicalmente el domingo 27, cuando los argentinos concurran a las urnas. Los demás candidatos (Elisa Carrió, Leopoldo Moreau, Alfredo Bravo) creo que no tienen chance de llegar al ballotage. La segunda vuelta será el 18 de mayo.

También el domingo 27 de abril serán las elecciones nacionales en Paraguay. La oposición se ha fragmentado de tal manera que el candidato oficialista Nicanor Duarte, del tradicional Partido Liberal, se mantiene en primer lugar con comodidad. Según las encuestas, tiene un 37% de las intenciones de votos. Le sigue, a diez puntos de diferencia, un acaudalado empresario, Pedro Fadul. Y en tercer lugar, y con 7% de intenciones de votos, está Guillermo Sánchez, delfín del proscrito militar Lino Oviedo, refugiado en Brasil, y quien, con el paso del tiempo, y a pesar de haber participado activamente en reuniones políticas por vía satélite (gracias a televisores gigantes con antena parabólica) ha ido perdiendo el interés que en otros tiempos despertaba en Paraguay.

Y termino con mi país, Uruguay. El presidente Jorge Batlle, tras rubricar la ley de punto final con las investigaciones de la Comisión para la Paz, ha declarado que el estado uruguayo indemnizará a las víctimas de la dictadura y la guerrilla uruguaya. Lo ha hecho antes de viajar a los Estados Unidos, donde, entre otras misiones, ofrecerá al presidente Bush unidades potabilizadores de agua.

Tras presentar (con Nicaragua, Costa Rica y Perú) la resolución instando a Cuba a permitir el ingreso del Alto Comisionado de ONU de Derechos Humanos, y que fuera aprobada por la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra, con 24 votos a favor, 20 en contra y nueve abstenciones (la Argentina entre éstos, porque, dicen, Duhalde así lo decidió buscando arrimar votos de la izquierda a su candidado Néstor Kirschner), recibimos una nueva andanada de insultos cubanos. Igual que el año pasado somos “lacayos repugnantes” de Estados Unidos. En un caso de ribetes similares, ante los agravios del dictador cubano, Uruguay rompió relaciones con la isla entonces. La izquierda realizó manifestaciones en contra del voto uruguayo condenatorio de Cuba y, por cierto, a favor de Irak.

No puedo terminar esta carta sin aludir a unas palabras del escritor uruguayo Mario Benedetti: se enojó con el Nobel José Saramago, porque ha abandonado ahora a la revolución cubana, y, dijo además, que el anciano dictador no puede estar en todos lados y en todos los asuntos de su isla como para evitar la muerte de los tres secuestradores (a los que ordenó fusilar en los viejos paredones, tras juicios sumarios). Por cierto, a esta altura, mucho más poderoso que el bloqueo americano a la isla del doctor Castro, resulta el paso de los años: la decrepitud física del dictador avanza a pasos agigantados, convirtiéndole en un balbuceante anciano que, de manera paralela, exhibe una mano cada día más sanguinaria en la isla de los condenados.


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