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Rubén Loza Aguerrebere

“Ché Rey...”

No, no es fácil de entender. Cuando el rey don Juan Carlos y su esposa visitaron la Argentina, hace pocos días, el presidente Néstor Kirchner (el antiguo gobernador de Santa Cruz, que envió los dineros públicos a bancos del exterior jactándose de ser previsor, que llegó por descarte a encabezar la lista del duhaldismo y entró segundo en las elecciones asumiendo la presidencia porque quien le ganó no se presentó al ballotage) y su esposa los llevaron a conocer el glaciar Perito Moreno. Lo hacen con todo el mundo. Cuando estaban allí, ateridos de frío, el presidente Kirchner (cuenta un diario argentino) dirigiendose a su majestad le dijo: “Ché Rey, qué te parece un whiskicito con estos hielos milenarios”. Cuentan que su esposa, que además es senadora, le dio un puntapié digno de una tarjeta amarilla.
 
Las cosas no terminan ahí. En el diario La Nación de Buenos Aires le han criticado, esta semana, por su descortesía para con dos amigos de la Argentina: el presidente Aznar y el titular del BID (Banco Interamericano de Desarrollo), Enrique Iglesias, y le ha tildado de “ingrato”. Desconocemos el por qué de las vulgaridades para con Aznar y la canciller española. Sabemos que el malestar con el presidente del BID, el único Banco que le prestó dinero a la Argentina cuando nadie lo hacía (tampoco nadie lo hace ahora) y que todavía le dará casi mil millones de dólares, se debe a una designación. Ocurre que Kirchner (quien teme viajar en el avión presidencial, el famoso “Tango”, a Alemania, porque al tocar tierra se lo embargarían, y no es una broma lo que escribo), se disgustó porque en dependencias de Iglesias ingresó en un cargo técnico el economista argentino Machinea y no Carlos “Chacho” Álvarez, a quien quería ubicar Kirchner. “El Chacho”, recordarán, fue aquel vicepresidente de Fernando de la Rúa que al poco tiempo renunció para (según dijo entonces) alejarse de la política. Por otra parte “Chacho” Álvarez no es economista; fue librero.
 
Pero el pasmo sigue. Kirchner se enojó con Lula da Silva, el presidente de Brasil, porque éste guardó silencio cuando Argentina negociaba hace poco y sin suerte su enorme deuda externa (que sigue sin pagar). Y en estos días se ha enojado con el presidente de Uruguay, Jorge Batlle. ¿Motivos? Éste le ha contestado, ante la reclamación que le hiciera Kirchner de buscar los restos de la nuera del poeta Gelman (coincidentemente con el momento en que se realizará un plebiscito promovido por la izquierda uruguaya), que esta situación cae en lo establecido por la ley de Caducidad, una amnistía votada a los militares en el Parlamento y luego sometida a referéndum, contando con la abrumadora aprobación del pueblo uruguayo. Hablando de coincidencias, baste recordar que Batlle presentó en el 2000 al poeta Gelman a su nieta, en su propio despacho, ya que éste había comenzado a reclamar por ella, tras años de silencio, en días cercanos a las elecciones nacionales y cuando más de uno pensaba que las ganaría la izquierda uruguaya. Pero esto no sucedió; de todos modos Gelman conoció a su nieta y sin hacer declaraciones se fue a México para nunca más volver a Uruguay, salvo ahora a través de una carta donde le dice al presidente Batlle que “no quisiera estar en sus zapatos” y que le compadece, tras tomar aquella decisión. Batlle simplemente comentó que: “Hay gente que tiene el conflicto como forma de vivir, vive de la muerte y hasta lucra con ella”.
 
Pero aquí no terminan las cosas. Suma y sigue. El canciller argentino Bielza (amigo de Gelman desde los tiempos en que ambos eran montoneros) ha admitido el malestar argentino con el presidente del BID; y con relación al presidente de Uruguay ha dicho (diplomático él) que: “el que a hierro mata a hierro muere”, haciendo alusión a las palabras del presidente Batlle cuando dijo que Menem ganaría las elecciones en Argentina (lo que pasó en la primera vuelta, dicho sea de paso, aunque después no se presentó al ballotage). Y agregó el mencionado canciller argentino que su gobierno “apoyaría” (sic) al líder de la coalición de izquierdas de Uruguay, Tabaré Vázquez.
 
Así están de tensas las cosas en el Río de la Plata. Políticos uruguayos consultados han dicho: “mejor que Kirchner pague las cuentas y no se meta en Uruguay” (un notorio senador del Partido Colorado). Un senador del liberal Partido Nacional o Blanco ha sostenido: “por más que vivamos tan cerca y que su turismo sea tan importante, cosa que debemos cuidar, a las situaciones de los uruguayos las resolvemos los uruguayos, y nadie nos lleva por delante”.
 
Ha trascendido que en una reunión en Miami, donde se encuentran los cancilleres de Uruguay y Argentina, buscarían aflojar la tensión a esta situación creada por Kirchner, el presidente que vino del frío y quien seguramente cree que es el rey de la Patagonia, como el personaje de una conocida novela escrita por un francés. No ha percibido aún dónde está, el lugar que ocupa, y que representa a un país, razón por la cual al protocolo (como la liturgia) hay que respetarlo, y que ello, por ejemplo, impide decir cosas como: “Ché rey...”, una expresión elocuente de su desconcierto.

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