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Rubén Loza Aguerrebere

Elecciones en Uruguay: crecen partidos tradicionales

Las encuestas habían untado con miel la boca de la fórmula (Vázquez/Nin) del conglomerado de izquierdas Frente Amplio/Encuentro Progresista, en el cual cohabitan socialistas marxistas, comunistas, ex guerrilleros tupamaros y ciertos políticos (menores) separados de los partidos tradicionales de Uruguay. Las cifras indicaban en diciembre pasado que ganarían las elecciones en la primera ronda, en octubre próximo, ya que contaban con el 50% de las adhesiones y había un elevado número de indecisos. Hasta se mencionaron nombres de eventuales ministros de la izquierda.
 
El panorama no podía ser más desalentador para el Partido Colorado, del gobernante presidente Batlle (en Uruguay no hay reelección: el candidato debe saltearse un período) y del dos veces presidente Julio María Sanguinetti, al cual las encuestas mostraban al final de la tabla. No había candidato visible, aunque casi todos pensaban en Sanguinetti. Las elecciones internas de todos los partidos son en junio. Y, en el otro partido tradicional, el liberal Blanco, la situación no era mucho mejor, aunque mostraba un aspecto diverso: había, aquí, demasiados aspirantes a presidente con la mirada puesta en las internas de junio, entre ellos, el liberal Luis Alberto Lacalle, quien presidiera Uruguay moderno, desde 1990 a 1995.
 
Cuando el Partido Colorado decidió que su candidato sería el ex Ministro del Interior de los dos últimos gobiernos, Guillermo Stirling (un hombre en quien decididamente se puede confiar) y permanece viva la esperanza de que su compañero de fórmula pueda ser el artífice de la salida de la crisis económica de Uruguay, el senador y ex Ministro de Economía de los días más duros de la historia del país, Alejandro Atchugarry, la situación comenzó a cambiar. En el tablero político y, singularmente, en la mente de los uruguayos, renuentes a cambios estridentes y más conservadores de lo que suele pensarse.
 
Los Blancos, a su vez, se reacomodaron. “Largó Lacalle”, dice un slogan que evidencia la actitud del activo ex presidente; esto ocurrió hace menos de un mes. Y en cuanto a los restantes candidatos a las internas, decidieron todos ellos encolumnarse en torno a aquél que tenía mayor respaldo de los ciudadanos, es decir, Jorge Larrañaga, dos veces alcalde de la histórica ciudad de Paysandú, senador de la República, abogado, dueño de una personalidad avasalladora. Entre los que le arropan, se encuentran el ex canciller Abreu --arquitecto del Mercosur--, el senador Gallinal y otras figuras destacadas de la política nacional.
 
Así, a menos de un mes de planteada la nueva situación, es decir, con la presencia de figuras concretas y renovadoras en los partidos tradicionales de Uruguay, las encuestas (hace menos de un mes volvieron a vaticinar el triunfo de la izquierda) han comenzado a cambiar. Sí. Y es que no solamente se sigue votando, aquí, a los partidos, sino también a los hombres. Hay seguridades que amansan y calman al ser humano, todavía. Lo cierto es que, hoy por hoy, esas encuentas muestran al conglomerado de la izquierda cuatro puntos debajo, con un 46%, a los Blancos con nueve puntos de crecimiento y cuatro a los colorados.
 
El aspecto de lo venidero (lo temido y lo deseado) es ahora muy distinto en este país que, ciertamente, está dividido en dos mitades. Pero recién han comenzado a perfilarse los candidatos de uno y otro partido. Cabe esperar que estos aspectos que acabo de describir someramente actúen con energía e ideas claras ante los emisarios de la nada, creadores de utopías intimidatorias, y así se les pueda una vez más eludir.
 
El Uruguay liberal de hoy ha comenzado a mostrar signos verdaderos de reactivación, con realizaciones concretas. La realidad de lo venidero se presenta distinta; se ha escindido y actúa simultáneamente sobre todos, quienes ven que las elecciones se acercan a una velocidad angustiante y saben que nadie puede prescindir del futuro. Y hay demasiado en juego.

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