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Rubén Loza Aguerrebere

Kirchner, Bartleby y compañía

Estoy tentado de sugerir a Enrique Vila-Matas que, aunque no se trata de un escribidor, agregue al presidente argentino Néstor Kirchner (de todos modos le llaman, kafkianamente, el señor K) en su atractivo libro Barlteby y compañía. Hay en él una cierta pulsión negativa y una atracción por la nada que son condiciones imprescindibles para ello. Todos conocemos a los bartleblis: toman su nombre del escribiente Blartleby, el protagonista del célebre relato de Herman Melville, a quien cuando se le solicitaba que realizara una tarea o se le pedía que refiriera algo de su quehacer, respondía, indefectiblemente: “Preferiría no hacerlo”.

En estos días se encuentra en Buenos Aires una misión del Fondo Monetario Internacional; están afinando los lápices porque Argentina debe hacer frente a un pago inminente. Néstor Kirchner, esta semana, y en varias tribunas, se ha despachado contra los economistas en general y el FMI en particular. Y ha relegado, claro, a su Ministro de Economía, Lavagna, quién ya no sabe muy bien qué hacer.

Por ahora, Kirchner se ha contentado con mantener y, si se puede, ampliar la base de adhesión que tiene. Lo hace exclusivamente con el ojo puesto en temas vinculados a los derechos humanos. El complejo asunto de los militares, la petición del juez Garzón y la sorprendente anulación (y no derogación) de dos leyes, le ha valido un nivel de aceptación importante en la izquierda, que está encantada, y tan vonciglera como siempre, se hace notar en las encuestas, para las que (como boy scouts) está siempre lista.

Así, entonces, mandan las encuestas; y el presidente va tras ellas, haciendo (pocas) cosas. Y no al revés, como sucede con los gobernantes, cuyos actos son generado por ellos, más allá de estadísticas de popularidad. Pero, no lo olvidemos, Kirchner obtuvo la presidencia con un 20 ó 22% de los votantes de la Argentina, sin segunda vuelta porque quien ganó (Menem) no se presentó, y, de aquellos sufragios, la mayoría provenía de filas duhaldistas. Por lo tanto, lo suyo es muy poco: el profundo sur patagónico, donde ha ejercido como gobernador en una pequeña provincia, y nada más. Busca entonces ampliar su base de sustento, porque no es en el justicialismo donde está su mayor apoyo, ni en el cuasi inexistente radicalismo, sino en la izquierda.

Esta semana –por ejemplo– atendiendo reclamaciones sobre todo empresariales (aunque todo el mundo está deseoso de saber dónde va el gobierno de la Argentina) Kirchner pidió al Ministro Lavagna algunas ideas de reactivación. Y éste, rápidamente, convocó a una conferencia de prensa, despertando un entusiasmo general. Se limitó a informar sobre la rebaja de las tarjetas de crédito, y fórmulas de ayuda a las PYMES, temas que bien podría haber desarrollado el señor prosecretario.

Y, por si fuera poco, dadas las incertidumbres militaristas nacidas de aquellas peticiones de Garzón más la anulación de dos leyes (aunque no va a pasar nada a quienes tienen perdón por una gracia presidencial), el Ministro de Defensa, Pampuro, que es un miembro del “riñón” duhaldista, como se dice por aquí, estuvo a punto de renunciar por discrepancias con el presidente. No lo hizo porque, ha trascendido que en el venidero mes de diciembre, Kirchner cambiaría toda o una buena parte del gabinete ministerial, cosa que en Argentina no suele observarse con tranquilidad.

Por ahora, el soñador sureño no se atreve a encarnar su sueño. Un Bartleby.


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