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Rubén Loza Aguerrebere

Uruguay: Atchugarry, la fuerza tranquila

Hace un año Alejandro Atchugarry asumió como Ministro de Economía de Uruguay. Primera espada del presidente Batlle, abogado de cincuenta años, liberal a ultranza, había desarrollado hasta entonces valorada actuación parlamentaria. Era el peor momento de la historia de Uruguay. La devaluación brasileña había afectado, con su enorme influencia, la economía uruguaya y, luego, el descalabro argentino, fue sencillamente devastador. Más con la fuerza del alma que otra cosa, Atchugarry asumió el desafío. Recuerdo haberle escuchado decir que la economía es menos una ciencia que una rama de la psicología. Necesitaba la confianza de todos. Esa era su arma. Y fue a ocupar aquel sillón, intentando vincular la estabilidad con la reactivación económica, y pensando en ello no como fin sino como condición para el crecimiento. Tuvo, ciertamente, un crédito político pocas veces visto. Asumió arropado por los más importantes dirigentes del Partido Colorado y el Partido Blanco (los dos fundacionales, los más antiguos del mundo, ambos nacieron con el Uruguay) e, incluso, con la presencia de las principales figuras del conglomerado de izquierdas, Frente Amplio.

“Estamos menos mal que hace seis meses; pero tenemos aún un gran compromiso por delante”, ha dicho el Ministro Atchugarry de manera enfática. Entre las tareas que ha realizado, se destaca la baja del gasto del Estado en un 15%; el reordenamiento de los gastos, así como la búsqueda de mecanismos para ir reduciendo el altísimo número de funcionarios del Estado. Atchugarry ha señalado que: “Se ha bajado todo, salvo el pago de los intereses de la deuda externa; ello no ha sido posible, pero, para nosotros, es sagrado el pago de la misma, y lo seguiremos haciendo”.

Las reformas estructurales comprometidas están en marcha; también la revisión del sistema tributario. La importancia, como nudo de comunicaciones entre Argentina y Brasil, ha hecho que Uruguay haya recibido inversiones destinadas a diversos puertos. Finalmente, se destaca el fortalecimiento de las áreas de la enseñanza, con especial impulso a la ciencia y tecnología. “Nuestra gran inversión es el conocimiento”, ha comentado el Ministro, quien, con el estilo sencillo que lo caracteriza, ha comentado que su método es trabajar: si no alcanzan ocho horas diarias, entonces doce o catorce.

Este hombre alto, extremadamente delgado, barbado, cordial, trasmite una tranquilidad que asombra. Esa es su fuerza. Altamente valorado, es hoy poseedor de un potencial político elevado. Tanto es así, que se habla de él como del integrante ineludible de la fórmula presidencial de su partido (el Colorado) para las venideras elecciones nacionales el año próximo. El lugar de privilegio lo ocupa, en este sentido, Julio María Sanguinetti, dos veces presidente de Uruguay: a la salida de la dictadura, de 1985 a 1990, y desde 1995 al 2000.

El tiempo es (como diría d’Ormesson) el más grande de los milagros. Ojalá continúe cambiando aquí, para que podamos, al fin, llegar al comienzo de la tan esperada reactivación económica.


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