Estas elecciones han dejado un sabor de boca muy amargo. No sólo por el atentado, sino también por las horas que siguieron.
En un principio todo el mundo, incluido Ibarreche, dio por sentado que había sido ETA la responsable. Sus recientes intentos de provocar una masacre en Madrid así lo indicaban. Pero Otegi declaró públicamente que ETA no estaba implicada, y que los causantes habían sido componentes de Al-Qaeda.
Nada apuntaba en esa dirección entonces, pero la maquinaria mediática de PRISA (el diario El País y la cadena SER) pusieron en marcha el ventilador de basura. Siguiendo a rajatabla el manual de manipulación de Goebbels, según el cual una mentira repetida mil veces es una verdad, empezaron a dar por sentado que se trataba de un caso de terrorismo islámico. También deslizaron desde el principio la consigna política, que cerraba el círculo: el Gobierno miente, ellos son los responsables últimos de lo que ha ocurrido y lo están ocultando. Muchos "progres" se felicitaban, con las víctimas aún calientes, del "fin del PP". El caramelo de sangre y de veneno estaba ya en los labios del PSOE. Éste empezó a titubear. Sin duda se sintió tentado, pero temía meter la pata y hundirse, mientras que PRISA escurriría el bulto, como siempre, impunemente. Pero de alguien como Zapatero no se pueden esperar grandes cosas, ni éticas ni inteligentes, y al final hicieron un cálculo y entraron poco a poco en el juego empujados por la codicia y la idea de que, hasta ese momento, la probabilidad de una victoria del PP con mayoría absoluta era bastante elevada.
El día siguiente, viernes, seguíamos sin saber gran cosa, aparte de la negativa reiterada de ETA, a veces a través de portavoces insospechados (el PNV, por ejemplo), y reivindicaciones poco creíbles de grupos terroristas islámicos. Las evidencias que se fueron acumulando apuntaban más bien a una trampa política de ETA. Pero PRISA había ido introduciendo poco a poco "noticias" falsas, como el kamikaze o las tempranas observaciones de "fuentes de la investigación", deslizando subrepticiamente el veneno de la acusación contra el Gobierno que, claro está, no confirmaba los indicios que PRISA "desvelaba". La consigna había conseguido calar, y durante la manifestación de Madrid (tarde del viernes) muchos se sentían ya lo suficientemente arropados como para silvar, abuchear y mostrar carteles en los que se insultaba al Gobierno y se le culpaba de la masacre. En otras ciudades los dirigentes del PP incluso tuvieron que protegerse de intentos de agresión. Fue el caso de Barcelona.
El sábado, el tercer día, jornada de reflexión, el Gobierno pasó de considerar varias líneas de investigación simultáneas, con prioridad para la que apuntaba a ETA, a dar prioridad al terrorismo islámico. Así lo hicieron saber públicamente. Hubo detenciones. Por primera vez se disponía de un hilo del que empezar a tirar de forma segura, pero que aún no sabemos adónde nos llevará. Para entonces las sedes del PP habían sido acosadas y Rubalcaba, ese ex-miembro de los Gobiernos terroristas del PSOE, había formalizado las acusaciones disparadas por PRISA contra el Gobierno los días previos en un discurso televisivo con el que pedía el voto para el PSOE, violando claramente la Ley. El PSOE, a pocas horas de las elecciones, se la jugaba soltando un golpe que el PP no podía ya devolver sin legitimar la golfada del PSOE saltándose ellos también la Ley. Rajoy se limitó a pedir por televisión que cesase el acoso a las sedes del PP por parte de grupos que respondían a una convocatoria que se hizo circular a través de mensajes a móviles, violando también gravemente la Ley.
El caso es que el domingo, día de las elecciones, se ha sabido algo más: el grupo terrorista parece ser el mismo que atentó contra la Casa de España en Casablanca hace no mucho tiempo, antes de la segunda Guerra de Irak. Se sigue investigando, y no se descartan conexiones entre este grupo terrorista islámico y ETA o Al-Qaeda, pero tampoco se sabe si las ha habido ni en qué grado. Tanto el Gobierno como los ciudadanos estamos empezando a conocer las circunstancias del atentado.
La pretendida conexión entre el atentado y la segunda guerra de Irak es dudosa todavía pero, aunque se confirmara, culpar al Gobierno es una canallada. Desde el 11 de septiembre, y aún antes, estamos inmersos en una guerra terrorista a escala planetaria, y la excusa para atentar en España puede ser la primera o la segunda guerra de Irak, Ceuta y Melilla, Palestina o las detenciones de terroristas islámicos en suelo español después del 11S (alarmantemente cuantiosas, por cierto). El objetivo último del terrorismo islámico es dividir y desestabilizar Occidente y la excusa es lo de menos.
Esta semana nuestro país ha sufrido dos zarpazos: el terrorista y el político. Es sumamente doloroso, preocupante y repugnante contemplar cómo un partido (y sus socios totalitaristas) aprovechan una masacre para tratar de volcar un resultado electoral en el último momento, con nulo respeto por las víctimas, por la verdad, la Ley y la trascendencia de unas elecciones democráticas. Esta pasada semana dejará en muchos un regusto amargo, por muchos motivos. Que nos sirva al menos para aprender, y que no se olvide.