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Rubén Osuna

La campaña contra el cava

Las asimetrías se pueden crear con relativa facilidad, pero sostenerlas es difícil

Acabamos de asistir a un conato de campaña anti cava que podría no ser la última. Es injusto que quien padece en Cataluña se pueda ver directa o indirectamente golpeado precisamente por quienes deberíamos apoyarlos, pero también es verdad que el silencio entre atemorizado e interesado que atenaza a la sociedad catalana sólo se romperá si empiezan a asumir las consecuencias de sus actos. Ningún estímulo ético parece suficiente para alimentar la rebeldía, y no solo por temor. En los territorios dominados por los nacionalismos en España, precisamente los más ricos, este juego diabólico ha sido enormemente rentable. Fijémonos en el caso del País Vasco, que no contribuye a los esfuerzos del resto del país (excepto a través de la Seguridad Social, que ahora quieren romper) pero que se beneficia de las inversiones del Estado en infraestructuras, por no mencionar la reconversión industrial que nos costó lo que no teníamos y que llevó a amputar actividad económica rentable en otros lugares (Sagunto) para mantener a flote allí otra equivalente pero ruinosa. A cambio hemos recibido muertos, desprecios e insultos. Buen negocio.
 
Con Cataluña no nos ha ido mucho mejor, si tenemos en cuenta que el sistema fiscal ha sido común (aunque cada vez menos). Ya que los dirigentes nacionalistas no han podido ejercer directamente un chantaje de sangre han tenido que conformarse con menos. Pero aún así han drenado recursos para reconversiones industriales e infraestructuras, algunas de ellas financiadas con fondos de cohesión que percibimos gracias a esas otras "regiones" pobres de las que quieren separarse y a las que desprecian. El trasvase desde el Ebro no se ha paralizado, por si no lo sabían, sino que se ha reorientado en parte hacia Barcelona, por mencionar el último sablazo. A pesar de estos réditos han alcanzado un techo con ese modelo de extorsión. Sólo pueden superarlo con un salto cualitativo, y es por eso que ahora exigen un estatus similar al del País Vasco, que no es extrapolable al resto del país simplemente porque significaría la destrucción del Estado. De ahí la asimetría necesaria, pues en cierto sentido no pueden prescindir de España, como el parásito necesita la vida del cuerpo del que se alimenta, aunque sólo sea para que brindemos con cava.
 
El caso es que la conveniencia hace callar a muchos, pues son muchos los que se han beneficiado de esas extorsiones. Un papel pasivo, mirar para otro lado y no querer saber nada de política, actitud culposa en todo caso, ha sido suficiente para participar del botín que otros conquistaban con actitudes más explícitas. Pero el miedo se hace difícil de tragar si no hay réditos, y es lógico y natural que en el resto del país se vaya acumulando un hastío que conduzca a una situación de equilibrio tarde o temprano. ¿Qué esperaban? Las asimetrías se pueden crear con relativa facilidad, pero sostenerlas es difícil. Cuando todos asumamos las consecuencias de nuestros actos mediremos mejor lo que hacemos, y lo que dejamos de hacer. Los nacionalistas han amenazado en alguna ocasión con imponer un etiquetado que deje claro el "made in Catalunya". No caerá esa breva.

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