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Rubén Osuna

Los ministrables

Se ha criticado mucho que Zapatero ventilara (o le ventilaran) los nombres de algunos de sus ministros. Yo creo que en el caso de Bono y Solbes, de ser cierto que serán los nuevos ministros de Defensa y Economía, no había más remedio que hacerlo público con antelación. Bono y Solbes no pueden marcharse sin avisar de los puestos que ocupan. Tendrán que preparar su marcha y mantenerlo en secreto es imposible. Así que no creo que Zapatero haya hecho mal en esos dos casos. Mejor desbaratar rumores para que puedan hacer las maletas sin la incomodidad del sigilo.
 
De los dos nombramientos más o menos confirmados el que más me preocupa es el de Solbes, y no sólo porque, unido a otros, represente una vuelta del felipismo, sino porque implica un apartamiento de Miguel Sebastián al limbo de la "asesoría" del Presidente. Sebastián intervino en campaña participando en algunos debates en los que su leitmotiv era la "productividad", concepto correoso dependiente de variables difíciles de identificar y mucho más aún de manipular por un Gobierno. Expliqué en otro artículo que sólo una cosa podemos saber con certeza sobre la productividad, y es su relación inversa con el nivel de empleo: en períodos de crisis el empleo se reduce y la llamada productividad aparente aumenta. Bromeaba yo entonces acerca de la posibilidad de que Sebastián estuviera proponiendo una recesión.
 
Pero lo interesante y positivo de Miguel Sebastián era que aportaba una garantía de ortodoxia y un aire nuevo que podía corregir los “tics” más nefastos de la política económica del PSOE, la que conocimos y padecimos todos. Sebastián se mostró partidario de mantener la presión fiscal baja, si no de reducirla aún más, de respetar el principio de déficit cero como criterio rector de la política de ingresos y gastos y de tener siempre muy en cuenta la economía privada productiva, dejando de lado tentaciones intervencionistas. Desplazó Sebastián a Jordi Sevilla del control del programa económico del PSOE, y pareció perfilarse como futuro ministro de Economía, es decir, como ejecutor de ese programa diseñado por él mismo.
 
Pero poco después de las elecciones empezaron a circular rumores acerca de la posibilidad de mantener separados los ministerios de Hacienda y Economía, y de colocar en Hacienda a alguien del aparato del partido (se hablaba de una mujer). Esto empezó a ser preocupante, por cuanto el ministro de Economía podía perder toda capacidad de actuación efectiva sin una autoridad especial sobre los ministerios "de gasto". Rodrigo Rato, por ejemplo, tenía esa autoridad especial como vicepresidente primero. Algunos temíamos que la cosa podría ser aún peor si se le imponían a Sebastián, en el propio Ministerio de Economía, algunos nombres del partido, y no se le dejaba conformar su propio equipo. Pero el nombramiento de Solbes como ministro de Economía es peor que todo eso que nos temíamos. Sebastián ni siquiera será Ministro, y le tocará a Solbes aplicar el programa del partido y hacerse valer ante al Presidente (defendiendo un programa que no ha confeccionado él) y ante los demás ministros, que sólo querrán gastar más, como es lógico.
 
Hay muchas preguntas por contestar. Primero, la causa del nombramiento de Solbes o, si se prefiere, del no-nombramiento de Sebastián. Segundo, el grado de compromiso de Solbes, e incluso de Zapatero, con el programa económico del PSOE y con los principios defendidos por Sebastián. Y tercero y último, la autoridad con la que contará Solbes para imponerse, por no hablar de la de Zapatero, en caso de que traten de defender con convicción esos principios.
 
Con Sebastián de ministro, y sobre todo si contara con una posición sólida dentro del Gobierno, algunas de esas dudas estarían despejadas, pero no ha sido así. Las incógnitas en temas fundamentales no son nada buenas, y en economía menos.
 

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