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Samuel Gregg

La riqueza crece en el desierto

No es la primera vez que grandes sumas de capital fluyen al Medio Oriente, pero en anteriores ocasiones la corrupción y las infames políticas las despilfarraron, siendo los gobernantes y la burocracia el único sector favorecido.

La contracción del crédito y la explosión de los precios del petróleo han afectado duramente a los centros financieros tradicionales como Wall Street y Londres. Desde Ginebra hasta Hong Kong, miles de empleados de bancos y de muchas otras empresas financieras han sido despedidos, y esas compañías pronostican pérdidas adicionales. Ese es el precio de las malas decisiones tomadas por quienes manejan las políticas monetarias de los bancos centrales. También por la irresponsabilidad en el aumento del endeudamiento por parte de consumidores, empresarios y gobernantes norteamericanos y europeos.

En medio de un ambiente tan sombrío, sorprende la aparición de luces en lugares no previstos. Asociamos Dubai, Qatar, Abu Dhabi y Bahrain con petróleo, no a centros financieros que están surgiendo en el mundo árabe. Pero eso es exactamente lo que está sucediendo entre gente que busca buena rentabilidad en la reinversión de sus ganancias. Y la geografía los ayuda porque para la gente, las ideas y el capital están a mitad de camino entre Occidente y los millones de chinos e indios que, gracias a la globalización, están saliendo de la pobreza. Lo miremos como lo miremos, la liquidez evidentemente se desplaza de Norteamérica y Europa al Medio Oriente.

No es la primera vez que grandes sumas de capital fluyen al Medio Oriente, pero en anteriores ocasiones la corrupción y las infames políticas las despilfarraron, siendo los gobernantes y la burocracia el único sector favorecido, como sucede actualmente en Venezuela. Una vez que los líderes de una nación deciden competir en los mercados mundiales de capital, el estatismo y la centralización de las decisiones económicas se hacen más y más difíciles. Para lograr el éxito, un centro financiero tiene que dar libertad a los inversionistas nacionales y extranjeros para tomar sus propias decisiones, y también permitir el libre flujo de capitales. Y la existencia de estos nuevos centros financieros reduce la posibilidad de que miles de millones de petrodólares sean desperdiciados en grandiosos y fracasados proyectos estatales.

Elementos clave en el éxito de los centros financieros son la transparencia, las regulaciones mínimas y los impuestos bajos, el Estado de derecho y el respeto a la propiedad, verdaderas fuentes de riqueza y prosperidad que jamás se consiguen bajo gobiernos personalistas y corruptos, por más riqueza que acumulen o ayuda extranjera que reciban. Observamos un notable avance en una región que durante décadas desperdició las oportunidades generadas por su riqueza petrolera. Quizás veamos florecer al desierto.

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