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Santiago Abascal

Asesinado por ser español

Desde que ETA dejó de matar, Víctor Laínez ha sido el primer español asesinado en España por el hecho de serlo.

Desde que ETA dejó de matar, Víctor Laínez ha sido el primer español asesinado en España por el hecho de serlo.

Desde que ETA dejó de matar, Víctor Laínez ha sido el primer español asesinado en España por el hecho de serlo. Lo fueron a matar, además, el día de la Inmaculada, patrona de España.

Apaleado por la espalda con una barra de hierro y pateado en el suelo, la vileza del crimen deja poco margen de duda acerca de la autoría de la extrema izquierda, siempre amiga de las agresiones más cobardes y enemiga de la nación y de lo nacional.

Por eso se siente con especial dolor el vil y cruel asesinato de Víctor, porque es el de cualquiera de nosotros; como persona, desde luego, y también como hombre que amaba a su país, a la España de todos.

No podemos ocultar que este crimen culmina la enésima agresión perpetrada desde ese ámbito ideológico a resultas del clima de violencia promovido por los que odian a España. Un ámbito ideológico –o más bien un estercolero de manipulación y rencor– que goza del apoyo parlamentario de quienes convierten en héroes a los delincuentes más violentos, ya sea Alfon, Bódalo, Otegui, Ternera, los terroristas de Terra Lliure o cualquier energúmeno que ataque a la policía o a una familia que pone en su casa la bandera de su patria. Un ámbito ideológico –digámoslo también– que es tratado con cierto mimo desde muchos medios de comunicación, que tildan como "jóvenes radicales" a manadas de criminales que han hecho del odio a España su único motivo de existencia.

Quizá esta actuación de muchos de los medios –manteniendo un inexplicable silencio de cuatro días desde la brutal agresión hasta su fatal desenlace– haya sido la causa de que las redes se hayan desbordado de indignación contra la impunidad con que la extrema izquierda y el separatismo actúan en nuestra sociedad.

Es imposible evitar la consideración de cuál sería el grado de conmoción social inducido por los medios si el crimen hubiera tenido lugar bajo diferentes supuestos ideológicos. Aún más, desde luego, de haberse podido relacionar con lo acaecido en Cataluña en estas últimas semanas. Basta ver el tratamiento que recibió la actuación policial del pasado 1 de octubre –cuando fuimos agraciados con la improbabilísima estadística de que, de 800 heridos, ninguno revistiese verdadera gravedad– para hacernos una idea del peligro por el que, a estas horas, atravesaría la convivencia nacional.

¿Alguien duda de cómo, en lugar del silencio aplicado al caso Laínez, hubieran abierto los informativos, alguien duda de las condenas en el Congreso y de los partidos políticos, de los minutos de silencio, de las concentraciones ante los ayuntamientos, de la indignación en los magacines matinales y en los editoriales?

Ojalá que la muerte de Víctor termine con esta impunidad que parece proteger desde hace mucho tiempo a los asesinos de siempre. Ojalá que, en medio de la desolación que a todo bien nacido le ha producido, su muerte sirva para que recapacitemos sobre el grado de envilecimiento que ha llevado a una sociedad a que te juegues la vida, otra vez, sólo por exhibir los colores nacionales.

Es hora de exigir a todos los poderes del Estado, y a todas sus instituciones, una condena efectiva de estos criminales y de quienes les amparan. La desarticulación de todos los grupos violentos de la extrema izquierda, el cese absoluto de subvenciones, primero, y la ilegalización, después, de todas las organizaciones que promueven la hispanofobia. La aplicación de la Ley de Partidos (y su endurecimiento) para erradicar a las formaciones políticas que amparan la violencia o que persigan fines criminales como la destrucción de la unidad nacional. De exigir, en fin, a los poderes públicos que actúen en defensa de España y de los españoles.

Santiago Abascal, presidente de Vox.

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