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Santiago Navajas

A hombros de Felipe VI

El discurso de Felipe VI ha sido uno de los momentos más importantes, lúcidos, esperanzadores y valientes de la historia de España.

El discurso de Felipe VI ha sido uno de los momentos más importantes, lúcidos, esperanzadores y valientes de la historia de España.
Casa Real

Decía Bernardo de Chartres que somos como enanos a hombros de gigantes. Si vemos más y más lejos no es porque seamos mejores que ellos sino porque nos alzamos por sobre su gran altura. Los políticos españoles se venían arrastrando hasta ahora por el suelo, salvo honrosas excepciones como Albert Rivera; pero en esto apareció un gigantesco Felipe VI, aquí lo tienen en Youtube.

El discurso de Felipe VI ha sido uno de los momentos más importantes, lúcidos, esperanzadores y valientes de la historia de España. Si el discurso del Rey, contundente a favor del Estado de Derecho, no une a todos los españoles, entonces nos merecemos lo que nos pasa y más.

Cada generación de españoles ha tenido su discurso del rey. Si en el 81 el de Juan Carlos I, ante el golpismo de los militares traidores, significó el paso de la infancia democrática a su adolescencia constitucional, el de Felipe VI ante el golpe de Estado de los catalanistas felones implica la transición a la plena mayoría de edad del Estado de Derecho español.

El discurso de Felipe VI es el principio de realidad contra el que ha chocado el delirio infantiloide de los nacionalistas xenófobos, enfrascados en su discurso de odio contra todo lo español, y la ultraizquierda totalitaria, intrínsecamente enemiga de la democracia burguesa, que trata de sustituir por una república popular a la manera de sus antepasados bolcheviques.

Ahora sé lo que sentían Ortega, Unamuno, Campoamor, Madariaga, Chaves Nogales, Baroja, Josep Maria Planes, Josep Pla, Gaziel... en 1934. Entonces, cuando estábamos cerca de consolidar una democracia liberal en España gracias a la alternancia en el Gobierno, las fuerzas centrífugas terroristas, nacionalistas y extremistas destrozaban el país. Como en aquella ocasión, tenemos unos políticos que colaboran activamente con la destrucción del Estado de Derecho y de España, bien sea por manipulación activa (de Puigdemont a Colau) o por incompetencia pasiva (de Rajoy a Sánchez). Pero, a diferencia del 34, tenemos una Monarquía que se ha echado la Constitución y la Nación a la espalda, esgrimiendo ambas como epicentros de un relato de participación democrática. Dentro de la ley, todo es posible; fuera, donde campan por sus respetos los que pretenden una Cataluña monolingüe y unidimensional previa limpieza étnico-ideológica, sólo cabe el rigor del monopolio legítimo de la fuerza, como ejemplarmente implementaron las Fuerzas de Seguridad del Estado. Que fueron, una vez más, las Fuerzas de Libertad de España.

Algunos españoles somos como Sísifo, condenados a subir, una y otra vez, la roca de España hasta la cima de la libertad. Una vez arriba, no se despeña sola sino que es empujada con nocturnidad y alevosía por aquellos que odian a España y detestan la libertad. Pero, como el héroe de Camus, no tenemos que estar tristes o resignados. La nuestra es una tarea mítica. Hay que estar felices pese a todo. ¡Otra vez! En una ocasión, Ortega y Gasset trató de sacar a los argentinos de su deriva hacia el populismo demagógico con la célebre advertencia: "¡Argentinos, a las cosas!". En uno de los momentos más difíciles, dolorosos y duros de nuestra historia, Felipe VI ha venido a decir lo mismo, que nos olvidemos de enfrentamientos cainitas, miserias morales y demagogia política. "¡Españoles, a las cosas!".

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