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Santiago Navajas

Trump, emperador del mundo libre

Lo que ha pasado esta noche en EEUU no es que el pueblo se haya equivocado, sino que la mayoría de los periodistas y analistas han hecho mal su trabajo.

A esta hora, la 4:38, el modelo predictivo del New York Times da ganador a Trump con un 89% de probabilidad. Antes de empezar la noche electoral, la cifra era del 85% a favor de Clinton. La candidata demócrata había ganado los debates, triunfaba las encuestas y, sobre todo, tenía el mayoritario apoyo mediático de la prensa, que en lugar de informar y analizar se dedicó a una campaña goebbelsiana en contra de Donald Trump.

Esta campaña me resultaba sospechosa, siendo yo pro Clinton. Porque Trump era un candidato objetivamente horrible, así que ¿por qué sacar tanta basura contra él? Sabemos que una campaña sucia sólo se desata si los resultados no están muy claros. Además de acentuar hasta límites demoníacos el perfil de por sí caricaturesco de Trump, la campaña de los medios de relumbrón ocultaban sistemáticamente las noticias que perjudicaban a la candidata demócrata.

La pobreza del análisis se refleja en que los expertos (nunca enfatizaremos lo suficiente las comillas) insistían en que la gente vota según categorías sociológicas como mujeres, negros, latinos, América profunda y demás bullshit que rezuma banalidad mediocre. Al principio de la noche decía García Margallo que tranquilos, que Florida era para Clinton seguro. Y hemos tenido a ese genio de ministro.

Se suele criticar el presunto racismo de los seguidores de Trump, pero se olvida el clasismo de los que explican el voto conservador como propio de "blancos sin estudios en un ámbito rural". Y si es verdad que la clase trabajadora vota masivamente a Trump (y sólo un bobo burgués podría presentar dicho dato como algo negativo), también es cierto que se decanta por él la élite intelectual más consciente del abuso y la censura de lo políticamente correcto, esa impostura intelectual que ha hecho llegar a la Academia a gente sin preparación alguna cuyo único mérito es pertenecer a minorías que no son víctimas sino que se victimizan.

Lo que ha pasado esta noche en EEUU no es que el pueblo se haya equivocado, sino que la mayoría de los periodistas y analistas han hecho mal su trabajo, ya que se extrañan del buen resultado de Trump como aquellos científicos que no comprendían cómo podían volar las abejas. En Antena 3, uno de los contertulios se permitía llamar a Trump "payaso", sin caer en la cuenta de que él mismo se definía de ese modo imitando el estilo faltón del candidato republicano.

En La Sexta, mientra tanto, Ana Pastor entrevistaba a una partidaria de Trump acosándola por el hecho de que una "mujer latina" no votase ni con la vagina (en expresión de la actriz Susan Sarandon) ni con la raza.

Debido al fracaso del análisis independiente, gran parte de los que querían que ganase Trump lo hacían para que perdiesen los periodistas que en lugar de informar han hecho campaña pro Clinton, traicionando a sus lectores y espectadores. No era el caso de Roger Senserrich, que allá por el 4 de mayo de 2015, publicaba un tuit que decía:

Fiorina tiene más o menos las mismas opciones de ganar la nominación republicana que Donald Trump: 0.

Si Trump ganó la nominación republicana con probabilidad cero, va a ganar la presidencia con una probabilidad negativa. Pero lo de Senserrich fue un caso de calentón tuitero, nada que ver con el sesgo brutal anti Trump de la mayor parte de la opinión publicada. Cada vez más lejana, como mostraron los casos del Brexit y del referéndum colombiano, de la opinión pública. De ahí que cada vez más en las democracias occidentales el voto oculto sea tan importante como el voto secreto. El colmo fue un vídeo manipulado en el que se mezclaban imágenes de empujones en mitin de Trump con otras de acoso a negros que rememoran la época Martin Luther King, como si fueran de la misma época. Ni Michael Moore caería tan bajo.

Lo siento por Hillary Clinton, que creo sería mejor presidenta. Pero me alegro por Clint Eastwood, Bruce Willis y el puro que se van a fumar a la mayor gloria de Donald Trump. Ni Obama era el Mesías, al que había que darle inmediatamente el Premio Nobel de la Paz y casi el de Literatura, ni Trump es el Anticristo. Si malo es que haya sido elegido alguien tan vulgar y grosero, peor es que sigan en su puesto todos los periodistas que abdicaron de su deber para con la verdad y la objetividad, dentro de la respetable perspectiva, que no justifica la manipulación y la desinformación. Trump venció a dieciséis candidatos republicanos (y al establishment de su partido), a la alternativa demócrata y, sobre todo, a la plana mayor de los periódicos del mundo entero.

Pero a pesar de todo la elección de Trump es una mala noticia para los europeos si cumple un programa electoral con Estados Unidos convertido en un Imperio proteccionista repartiéndose el mundo en zonas de influencia con los otros dos grandes emperadores, Putin y Xi Jinping. En la distopía 1984 se plantea un escenario con tres grandes superpotencias: Oceanía (el mundo anglosajón dominado por Trump), Eurasia (donde imperaba un neobolchevismo muy a lo Putin) y Asia oriental (China y adyacentes bajo la égida de Xin Jinping). Bienvenidos a una era orwelliana.

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