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Saúl Pérez Lozano

Chávez no es Atlas

El teniente coronel tiene poder y petrodólares e intenta conformar sus siete enanitos. Ya cuenta con tres. Sin embargo, se equivoca si piensa que nos engaña. No le creeremos nunca.

Tal vez no haya nada que envilezca más al ser humano que la ostentación del poder. Tal es el caso del presidente Chávez, quien pretende perpetuarse en el Gobierno bajo una supuesta democracia pero que, al igual que el extinto dictador dominicano Rafael Léonidas Trujillo (Chapita), se apoya en las tropelías y el abuso de la fuerza para hacer del país su particular coto de caza.

¿Cómo es posible que el teniente coronel Chávez sea considerado por Lula, el presidente de Brasil, como ''el mejor presidente que ha tenido Venezuela en cien años''? Señor Lula, con su laudatoria declaración ofende usted la dignidad de millones de venezolanos y desdice mucho del liderazgo que este tecleador de computadora suponía de usted. Pero entendemos que los petrodólares son de mucho peso.

Según la mitología griega, Atlas era el gigante que, castigado por los dioses, sostenía con sus hombros la bóveda celeste. El teniente coronel podría imaginarse otro Atlas, pero un indiscreto portátil del hoy extinto terrorista de las FARC Raúl Reyes, desde que fue analizado y desmenuzado por el Gobierno colombiano, lo ha llevado al delirio y la fantasía, entre aclaraciones y desmentidos.

Previamente, la derrota en el referéndum del 2 de diciembre de 2007 ya le desquició, pues no preveía que el pueblo venezolano rechazara mayoritariamente su pretendida reforma constitucional, con la que buscaba asumir poderes autoritarios o dictatoriales, colocando en su puño todos los poderes de la constitucionalidad.

No son para menos las angustias del teniente coronel, porque las lapidarias revelaciones de importantes medios impresos de Europa y Estados Unidos han ampliado los detalles del contenido de la ''computadora maldita'', donde reposaban unos 11.000 documentos. Lástima que esa suerte de reposo no lo puedan compartir los cientos de secuestrados en manos del grupo terrorista colombiano, cuyas vidas penden de un hilo.

El teniente coronel presidente, sin embargo, pretende que a las FARC se les dé condición de beligerante. ¿Puede ser considerado beligerante un grupo que el 17 de septiembre de 2004, en el estado Apure, al suroeste de Venezuela, fronterizo con Colombia, asesinó a una ingeniera venezolana que trabajaba para la empresa petrolera venezolana y a cinco guardias nacionales? El teniente coronel ha pretendido imputar ese asesinato a los paramilitares colombianos –que tampoco es que sean precisamente unos angelitos– en su intento por eximir de responsabilidad a las FARC. El teniente coronel presidente gesticula e insulta al adversario –enemigo lo llama– y manifiesta síntomas del síndrome de Tourette (el famoso neurólogo francés) en su histriónico y maratoniano programa radiotelevisivo dominical. Cuando habla no son pocas las veces que aparecen tics y movimientos involuntarios, indicativos del síndrome que se manifiesta por sus verdades a medias, medias verdades y hasta mentirijillas. El nivel intelectual, sin embargo, es igual al de la media de la población.

La Interpol ha confirmado oficialmente que no ha encontrado ninguna alteración en los discos duros de los tres ordenadores portátiles ni tampoco que el Gobierno colombiano hubiese modificado, borrado o agregado información alguna a los equipos pertenecientes a los terroristas de las FARC. La mejor defensa es un buen ataque, se dice por ahí, y entonces en la mente presidencial surgen invasiones fantasmas, enemigos gratuitos y se movilizan tropas hacia la frontera colombo-venezolana, como Hitler movilizó las suyas hacia Polonia.

El teniente coronel tiene poder y petrodólares e intenta conformar sus siete enanitos. Ya cuenta con tres. Sin embargo, se equivoca si piensa que nos engaña. No le creeremos nunca, ni aunque jurase arrodillado ante un crucifijo como el dictador Velasco, aquel militar peruano.

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