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Saúl Pérez Lozano

El testamentario

Del teniente coronel presidente se pueden decir muchas cosas, pero no que sea tonto, grave error en el cual incurrió la dirigencia política opositora venezolana en los años 90 y principios del siglo XXI.

Jamás imaginó el narcoguerrillero Raúl Reyes –como le llaman en Colombia– el favor que haría a la democracia con su ya legendario y delator portátil, que desenmascaró a los payasos pseudodemócratas que apoyados en procesos democráticos occidentales y ''burgueses'' alcanzaron el poder y reveló información vital de la narcoguerrilla al Gobierno del presidente Uribe. No hay ahora un solo confín del mundo que no conozca a esa aberración de la humanidad llamada FARC, la que, como admitió el teniente coronel presidente, Hugo Chávez, tiene valor y fuerza beligerante.

Porque del teniente coronel presidente se pueden decir muchas cosas, pero no que sea tonto, grave error en el cual incurrió la dirigencia política opositora venezolana en los años 90 y principios del siglo XXI. Aprovechó sagazmente la reunión del Grupo de Río en Santo Domingo, colocándose del lado que le sirviera para oxigenarse y apartarse de su habitual lenguaje procaz y desatada verborrea. Creo intuir que dejó perplejos y sorprendidos a los allí presentes.

La reunión del Grupo de Río terminó como cuento de hadas, todos felices, con pirulín multicolor en la boca, pero fue sin duda una derrota más para el teniente coronel presidente, porque se condenó a las FARC y en el aire quedó una advertencia a aquellos que con su complicidad y anfibología mantienen simpatías hacia el sanguinario grupo narcoguerrillero.

Desde el 2 de diciembre de 2007 el teniente coronel presidente, quizá por su fracaso en imponer su reforma constitucional comunista, sufrió una avasallante derrota y desde entonces viene resbalando. Lo que él llama su revolución no tiene eco ni entre los marxistas serios del país, que en sus inicios acompañaron al teniente coronel. Hasta uno de sus admiradores más fervorosos, el marxista germanomexicano Heinz Dieterich, pronosticó en uno de sus análisis recientes "el fin de la carrera política de Hugo Chávez":

El proyecto de Chávez fracasó. Económicamente desacertado, ha dado origen a un desabastecimiento altamente peligroso. Y perdió la oportunidad de cambiar ese proyecto y hacerlo más actual y aceptable (no copiar el castrocomunismo). Tampoco el presidente Chávez se rodeó de gente competente y, en su lugar, eligió adulantes que nunca dicen la verdad.

Recuerde el señor Dieterich que el poder envilece y más aún todo el poder. El teniente coronel no es la excepción. Quedó colgado de la brocha. El advenimiento al Gobierno del teniente coronel está, como tantos otros, alimentado por el mito, pero no es resultado de ningún hecho heroico. El teniente coronel en su trayectoria política se ha disfrazado más que un carioca en carnaval: su semilla es de origen socialcristiano por sus padres; en China se declaró maoísta; frente a Hussein, musulmán; ante Castro fidelista. Mientras, acá, en su tierra, aseguraba a sus fervientes seguidores, que él no era comunista ni marxista.

¿Cuál ha sido la revolución del teniente coronel? Más población dependiente del Estado, corrupción desenfrenada alimentada por los petrodólares, una Venezuela y una juventud con futuro incierto, una fuga de cerebros nunca vista. ¿Ha habido aprovechados? Sí, la cohorte que lo adula y ríe sus chistes malos en sus programas de televisión, los portadores de maletines viajeros ahítos de petrodólares.

Lo épico, lo heroico, son sólo palabras; está huérfano de hechos.

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