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Serafín Fanjul

Insultos

La derecha española ha tragado lo infinito y ha callado en demasía, hasta llegar a indignar a su parroquia por tanta mansedumbre, incluso estando en el gobierno.

No suelo ver el programa 59 segundos de la TVE socialista: la Barbie presentadora (parece que la han cambiado, pero fíjense bien y comprobarán que sigue siendo la misma), la desproporción en el número de quienes defienden las posturas socialista-separatistas y las contrarias (ayer, por enésima vez, el desequilibrio era de cuatro a dos, en otras ocasiones es de cinco a uno), el público estudiantil (¿?) cuidadosamente seleccionado para que aúlle cuando conviene, las imágenes y los pomposamente denominados "reportajes" siempre tendenciosos y bien dirigidos, la complacencia con los excesos verbales de "los buenos", el guirigay permanente de zafiedad y mala educación tan propio de la política propagandística del PSOE (embarullar a voces para que nada quede claro) , los invitados especiales invariablemente prestos y solícitos a llevar el agua al molino de "los buenos", la simpleza general con que está concebido el supuesto debate, amén de la prestidigitación –invisible para los espectadores– de selección de imágenes y sonido que se emiten y que cocinan regidores, mezcladores, etc., así como el aire de tongo y ficción que supura por todas partes el programita me han vacunado contra la tonta veleidad de escucharlo. Veleidad nacida de la necesidad de asistir a la discusión de temas de interés, pese a la propensión en nuestro país de que este tipo de intervenciones terminen como el rosario de la Aurora, o –para que lo entiendan los jóvenes– como un Salsa Rosa cualquiera.

Sin embargo, una habitación de hotel sin compañía, el insomnio y la miserabilidad del conjunto de toda la programación de televisión, me indujo en la noche del 22 de noviembre a probar fortuna, por ver qué decían: incauto de mí. En anteriores entregas me costaba trabajo comprender que políticos del PP, periodistas honrados (que los hay) o personas de veras independientes se aviniesen a desempeñar el papelón de coartada de equilibrio y pluralismo. Creo que el PP acabó retirándose (no estoy seguro de que así siga siendo) ante la magnitud de los abusos de la Barbie y de los muñidores del programa, pero por lo contemplado ayer, al parecer, aun hay periodistas serios que insisten en picar en el anzuelo: tal vez piensan que, si no asisten, "los buenos" –hijos de Juan Palomo como son– se lo van a cocinar solos, con lo cual el resultado sería peor (o no: quedaría más patente el control desinformativo, al menos ante el público menos cateto); o, quizás, por razones personales, no renuncian a estar en el candelabro, que diría la otra intelectual.

No defraudaron mis peores previsiones: cuatro (más la Barbie) contra dos, todas las mañas habituales del aparato y, flotando, la conclusión ineludible de que Rodríguez es el nuevo Príncipe de la Paz. A ver si termina como el otro. Pero lo más llamativo fue el modo con que la Barbie consentía a uno llamado Enrique Sopena insultar a Isabel San Sebastián. Insultar de verdad: mentirosa, vil y falsaria, alcanzaron mis oídos a escuchar de labios de Enrique el Exquisito, con su cara de úlcera estomacal asegurada. El motivo era que la agredida había dicho, primero, que Rodríguez miente –tratándose de ese individuo, es mera descripción benévola–, molestándose, la pobre mujer, en documentar con ejemplos lo que aseveraba. Después, la misma recordó que la prójima de Enrique el de las Verdades había lanzado allí mismo una acusación –aun no probada– contra FAES y Ciudadanos de Cataluña, divieso de vividores. Desconozco qué hará la ofendida, pero creo que ya es hora de pasar a los hechos y dejarse de "mi abogado está estudiando el caso", como un Arenas cualquiera cuando aperreaban a los suyos a colleja limpia (o sea, sucia) por las calles de Andalucía y de todas partes.

La derecha española ha tragado lo infinito y ha callado en demasía, hasta llegar a indignar a su parroquia por tanta mansedumbre, incluso estando en el gobierno. Desde el viejo excursus escatológico de González ("Aznar y Anguita son la misma mierda") o el "forajidos" de Llamazares el Académico por Aznar, Blair y Bush, hasta las salidas de Pepiño y etcétera, pasando por asalto a sedes, apedreamientos y demás jaranas organizadas por socialistas y compañía. Todo bien conocido y no lo repetiré, pero sí debemos reiterar –con la esperanza de que las víctimas se vayan enterando– que escurrir el bulto, temer a la crispación y carraspear por encima de la corbata rosa, sólo anima a vándalos y cobardes a subir el diapasón, convirtiendo el insulto en doctrina y la descalificación personal en condena metafísica: el PSOE ya no tiene otro programa.

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