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Serafín Fanjul

La encuesta

UIn servidor cumpliría con su obligación de explicar conceptos como taqiyya y kitmán en el islam, la licitud de ocultar sus verdaderos sentimientos religiosos cuando se hallan rodeados de "infieles", incluso violentando sus creencias.

Allá por el Pleistoceno –cuando un servidor cursaba estudios de Filosofía y Letras– y dado que los estudiantes aun tenían humor e ingenio para esas cosas, corría el dicho de que las chicas de la Facultad eran guapas, guapísimas y de Historia de América. Me callo cuál era la gradación homóloga contraria, tanto por que no me tilden de machista o de dármelas de hermoso (pretensión absurda en mi caso), como por la manifiesta injusticia que cometería con algunas respetables señoras de hoy que en sus años mozos merecieron ser de Historia de América, aunque no lo fueron. De modo análogo circulan otras clasificaciones como, por ejemplo, la de mentiras, grandes mentiras y estadísticas. Por supuesto, incluyo las encuestas –con permiso de Amando de Miguel, que espero sea comprensivo– en el para mí cenagoso magma de las estadísticas, al menos como una de sus bases de documentación. O sea, que las encuestas también podrían ser arquetipo de falsedad bien gorda. Pero tengo para mí que ésa es interpretación malévola y sesgada, por lo menos tan sesgada (Rodríguez dixit) como la vida de las mujeres asesinadas por sus ilegítimos legítimos. ¿De cuándo acá una encuesta no va a ser voz del pueblo? Y ya se sabe: voz del pueblo, voz del Cielo, o "de Dios", corrigen algunos escoliastas pesados.

Una vez sentada la veracidad de todo sondeo de opinión, como se vio recientemente en Cataluña tras el chusco referéndum (según las encuestas a posteriori, había votado un 20 % más de los votantes reales contabilizados en el escrutinio), y demostrado por derecho que a la salida de los colegios electorales todo el mundo declara francamente cuál es el partido objeto de sus deseos y sus amores, aún podemos en ocasiones añadir algún ingrediente que fortifica y tonifica –como el Linimento Sloan, que con sus rudos ardores cura y salva– volviendo indubitables y fuera de discusión los resultados ofrecidos. Si la encuesta es patroneada y presentada en público –entrañable puesta en común– por Alfredo Pérez Rubalcaba, más conocido por el Veraz, entonces sí que podemos desterrar los últimos resquemores, prejuicios aldeanos al fin, y proclamar en todas las lenguas que conoce y regurgita nuestro Rodríguez en la su cabeza, martillo de Babeles y Pentecostés segura, aunque laica. ¿Quién osará desconfiar de una encuesta gestada y parida por Rubalcaba? Serían ganas de buscarle tres pies al minino, mero fruto del "odio cerval" (sic) que ha descubierto Carrillo en la derechona. Por cierto, ahora comprendo por qué el muy Magnífico Rector Gabilondo invistió como Doctor Honoris Causa al gran escritor Carrillo: por creador de lenguaje. Y se reían de Sofía Mazagatos.

Mas en la encuesta que nos ocupa, aun queda un tercer escalón en esta subida al Séptimo Cielo de verdades y franquezas: se trata de un estudio llevado a cabo por un José Juan Toharia y a requerimiento –imaginamos que bien dotado de euros– del mismo don Alfredo en torno a las opiniones, actitudes y posturas vitales de los moros residentes en España. Si no teníamos bastante caldo, aquí viene la tercera taza, garantía de credibilidad, de insobornable verismo y seriedad inmaculada. Lo importante, como asevera muy convencido el trincaeuros, es que el informe es "tranquilizador", quod erat demonstrandum: olé. Y la primera, en la frente: "el 77 % de los entrevistados no creen que ninguna religión sea superior a otra", a partir de aquí ya pueden llover tizones, que Toharia-Rubalcaba dirán que es plácido orballo; y si nos inflan de solimán, oiremos que nunca cataron manjar blanco más fino, ni más dulces alfajores. Y así: el 80 % es partidario de un estado laico "que no dé trato especial a ninguna religión, pero que asuma la construcción de mezquitas y pague a los imanes". Óle y más óle, ahora con acento en la "o": éstos sí son conceptos diáfanos, bien entendidos y mejor expresados. El rey, el Congreso y los jueces están mejor valorados que entre los españoles (7,2 frente a 6,6) y hasta la Iglesia Católica y la Policía reciben la adhesión y entusiasmo de la morisma: ¿hay quien dé más? ¿A qué vienen tantas sospechas, tanto mosqueo de malvados y resentidos? Si alguien, llevado de atavismos ancestrales, de bárbaro godo, aun recelaba de berberiscos y otomanos (casualmente, se hace público el resultado unas jornadas después del último paseíllo de Rodríguez con su Alianza de Civilizaciones bajo el brazo), deberá cesar de inmediato en semejantes muestras de cerrilismo y mala fe.

Comentaristas de por aquí se han molestado, los pobres, en opinar, en calibrar, en discutir que todo eso es muy políticamente correcto, que viene al pelo para las maniobras de Rodríguez y su troupe circense y que parece excesivo... Bueno, si no procediera de quien procede, un servidor cumpliría con su obligación de explicar conceptos como taqiyya y kitmán en el islam, la licitud de ocultar sus verdaderos sentimientos religiosos cuando se hallan rodeados de "infieles", incluso violentando crudamente de palabra y obra sus creencias, por ejemplo maldiciendo a Mahoma, lo cual para un musulmán es fuertecito. Pero en este caso ni siquiera deben llegar tan lejos: basta con dar una palmadita en el hombro a Rubalcaba. Torero.

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