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Serafín Fanjul

La tele que no cesa

En el terreno de los documentales, TVE 2 y Canal Sur se llevan el premio: cuando no es la Memoria Histórica es la Inquisición (que da para múltiples capítulos) y, si no, los pobres moriscos.

Ocuparse de la manipulación a gran escala que el Gobierno y sus servidores desarrollan en todas las cadenas de televisión de alcance nacional es redundancia pura, por lo sabido. A ellas hay que añadir toda la constelación de regionales o privadas de menor cuantía (TV3, CNN+, 24 horas, etc.), bien por pertenecer a grupos económicos afines, bien por ser propiedad de gobiernos autonómicos de la misma cuerda. A diario se emborronan las meninges de los espectadores con distorsiones, ocultación de unos datos o resalte de otros. Sin embargo, lo más eficaz –y por tanto peligroso– es la utilización, para conformar y mantener un estado de opinión, de programas que en principio no resultan sospechosos. Pero espacios culturales (los pocos que hay), deportivos, culinarios, pasatiempos o rifirrafes zafios de pedorreo, cuyo buque insignia antes era Salsa Rosa y ahora es La Noria, cumplen igualmente su función de conservar los cerebritos hispanos en estado de intoxicación permanente. Técnica mucho más útil que cargar la mano en los telediarios o en los debates políticos, aunque también se haga.

Que un comentarista deportivo se largue cantando las glorias de Rodríguez en el curso de un partido de fútbol –y si no se pliega, se le despide, como ocurrió no hace mucho– es más eficiente que cien peroratas de Rubalcaba. Porque, aparte alusiones e inducciones indirectas, lo importante es realimentar y conservar activo el imaginario de izquierda, todo un conjunto de items con los que el votante de izquierda se siente identificado, aunque en otros tiempos el mismo individuo habría votado a Franco con la sonrisa en los labios y una cálida llama en el corazón, seguro de estar –de tal guisa– salvando su siesta cotidiana. Como ahora con el PSOE. De tal suerte, las traídas y llevadas ballenas, la enemiga contra la energía nuclear, el embeleso ante las renovables, el mero nombre de Bush, la beata adoración por tiranos o bandas infumables (Chávez, Morales, Saddam Husein, Hamas, Hizb Allah), la admiración reverente –sin profundizar un milímetro– ante el tercermundismo, el islam o un difuso, pero seguro, ataque fijo contra cualquier manifestación, acto o producto de la Civilización Occidental (de la que viven y muy bien), son, entre otros, los temas que nutren y ocupan las pantallas, "creadoras de opinión". Quien se entristece, o se siente embargado de furia justiciera, por la pérdida de mariposas cornudas en los humedales de Michoacán, es muy posible que execre con la misma intensidad afectiva los abusos en Abu Ghuraib. (Los de los americanos, se entiende, porque de los perpetrados por Saddam Husein en el mismo lugar se les da una higa). Y así.

Si una televisión pertenece a la panda de Roures, o a la de Cebrián, sus discrepancias sólo gravitan sobre la ocupación del mercado (los enardecidos cocos de los progres), no en búsquedas de la verdad o la sencilla seriedad. Son casos claros. Pero otros resultan más complejos: si usted vio los abucheos a Rodríguez, hace meses, en la Plaza Mayor de Salamanca y después –con toda inocencia, sin ir a buscar nada– observó la misma noticia en Antena 3, se quedaría perplejo (caso de sufrir tales trastornos, a estas alturas) al comprobar que los abucheos habían desaparecido y sólo se oteaba a sonrientes palmeros. El pan nuestro de cada día.

En el terreno de los documentales, TVE 2 y Canal Sur se llevan el premio: cuando no es la Memoria Histórica es la Inquisición (que da para múltiples capítulos y reviste la ventaja de que los aludidos no pueden contestar y defenderse) y, si no, los pobres moriscos, en todas y cada una de sus lacrimógenas vicisitudes, para alternar con los exiliados republicanos acá o allá, o los españoles en la IIª Guerra Mundial, sólo los de un lado, el de los buenos, y si aparecen los malos (la División Azul), los improperios, acusaciones y desenfoque están asegurados (¿cuándo podremos hablar de estas cosas con objetividad, respeto y perdón sincero, de unos y otros?). Pero se pueden adornar con documentales condenatorios de la Reconquista (gracias a la cual ellos pueden opinar libremente), enfrentada a los esplendores de la Alhambra; o con soflamas enloquecidas contra conquistadores, exploradores y pobladores de América, a base de simplezas elementales de trazo grueso; o contra los toros y los taurófilos (en Andalucía se cuidan de tales pinitos); o sobre la pederastia en la Iglesia, como si fuese tan habitual como comer...

La penúltima –por ahora– manipulación informativa en TVE, sucedió en un reportaje sobre la cifra de muertos en Irak desde 2003, según fuentes del ejército americano: 109.000 fallecidos en total, de los que 66.000 son civiles. Cifra durísima –¿qué duda cabe?–, pero el solícito currito que leía la noticia nos aclaraba que todos ellos habían perecido en controles, por errores en bombardeos de la coalición, o por simples ganas de matar de los malvados yanquis. La realidad, ni mencionada, es que una parte de esas víctimas (unas quince mil) lo fueron a manos de las propias fuerzas iraquíes legalmente constituidas y casi todos los restantes murieron en horripilantes atentados masivos, indiscriminados y ciegos cometidos por los islamistas y adláteres contra su propia población, sus propios correligionarios: mercados, fiestas religiosas (sobre todo chiíes), concentraciones de gente por diversos motivos. Coches-bomba, disparos de ¡mortero! (arma imprecisa donde las haya), ametrallamientos a voleo contra cualquier viandante: ¡qué falta de vergüenza, la de los chiquitos que trabajan para el PSOE en TVE!

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