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Serafín Fanjul

Patrias lejanas

El “Conmigo no va”, la inhibición perfecta y la pereza mental absoluta se reequilibran estupendamente con unos cuantos gritos en la calle de Génova.

Un conocido escritor –cuyo nombre omitiremos, porque nuestro objetivo no es atacar personalmente a nadie– ha hecho unas declaraciones sobre el Plan Ibarreche y a petición del diario ABC. Aunque sus novelas me aburran una mieja, siempre he visto a este hombre con una cierta reserva respetuosa, tanto porque sus manifestaciones públicas suelen tener aire de discretas, como por ser de León: qué quieren, atavismos familiares que a veces arrastramos los románticos y, por favor, sean clementes y no me recuerden que también de León es algún otro a quien más valdría reenviar a la Escuela Primaria. Pero no perdamos a don Beltrán: no interesa la persona sino el contenido de sus palabras, por lo extendido que se halla entre la masa amorfa y no poco ovina de los progres hispanos. En síntesis y muy sucintamente, el hombre viene a señalar que esto de Ibarreche es una “tabarra” y que sus verdaderas preocupaciones se ciernen sobre el maremoto de Asia, para terminar planeando sobre la situación del Tercer Mundo y otros desaguisados que nuestro planeta sufre. Torero.
 
Como nunca podremos dilucidar si dice esas cosas porque él es así, o por halagar a su público –que tanto le quiere y al que tanto debe–, habremos de conformarnos con las declaraciones mismas. Y, en principio, fuerza es afirmar con el escritor que sí, que lo de Ibarreche es una tabarra, si bien –sospecho– nuestros motivos para alcanzar esa conclusión son muy distintos de los suyos. En efecto, es una tabarra que después de tantos años los asesinos vascos continúen burlándose de la nación a la que chulean, pues hasta tiempos muy recientes –el gobierno de Aznar– no se han empezado a tomar medidas serias para combatir el terrorismo, aunque siga pendiente la denuncia política, social y cultural del separatismo vasco como lo que es: la codicia de una burguesía meapilas muy dignamente representada por el PNV, algo que los progres madrileños ni huelen; lo que les encandila son los escupitajos que estos heroicos gudaris del tiro por la espalda arrojan sobre el país que nos da de comer. Si no se toma como intromisión excesiva, sugiero la lectura de El intruso de Blasco Ibáñez para fijar el punto de arranque de esta auténtica tabarra. Y ya ha llovido entre Santurce y Bilbao desde que Blasco escribió aquello.
 
Pero lo más llamativo en las declaraciones de nuestro escritor de marras es la esfera de sus inquietudes. No parece muy tocado por la posibilidad de que nuestro país se rompa, un asunto que con él no va: no relaciona los libros que vende, escritos en español, y el sueldo que percibe del ayuntamiento de Madrid por su trabajo con la estabilidad general de España. Si traigo a colación este extremo obviamente es porque los progres no oyen otra voz sino la de su bolsillo y no estaría mal que recapacitasen por ese lado, ya que su insensibilidad para otro género de argumentos es total. Eso sí, cuidadosamente envuelta en plañidos por la mariposa cornuda de Ceilán (“Cuando muere una especie, algo de nosotros muere”), la justificación del terrorismo palestino (“Todos los terrorismos no son iguales”) o la santa indignación (laica, por supuesto) ante la fuga de su país, por hambre, de los marroquíes (“Todos somos culpables”).
 
Una nutrida panoplia de argumentos escapistas para no verse en la precisión de liberarnos de la pecina en que estamos embarrancados. Si usted finge no haberse enterado de en qué quedó la revolución comunista, para poder continuar difundiéndola por los clubs de golf del mundo o en la salita de su casa, esté tranquilo y no pierda el tiempo con minucias como la matraca vasca, o el hachazo catalán, que está al caer. Lo suyo son más altas misiones. Y si, pletórico de solidaridad humana, quiere manifestar su odio y rechazo contra cómplices morales e inmorales de asesinatos, no sea pusilánime y cortito conformándose con manifestarse, por ejemplo, ante los diputados del PNV o Izquierda Unida en el Congreso, demuestre su ambición y su afán de riesgo voceando un rato contra el PP: sólo el valor recompensa. Y no se preocupe si estamos a un milímetro de franquear el gallardo Rubicón del “No pasa nada al que más da”; o de “no es el momento todavía para tomar medidas drásticas al ya no es el momento para adoptar medida alguna”. El “Conmigo no va”, la inhibición perfecta y la pereza mental absoluta se reequilibran estupendamente con unos cuantos gritos en la calle de Génova.
 
Y no se meta en prolijidades para eruditos: si los del PP más que asesinos son asesinados; o si las guerras de allá no justifican los atentados de acá; o si sería bueno enterarse de por dónde cae Turquía antes de aplaudir su ingreso en la Unión Europea. Bien alimentado como usted está y disponiendo de unas patrias tan hermosas y cómodas, tan lejanas y en imágenes, no pierda el precioso tiempo que puede dedicar a las películas de Isabel Coixet o Moncho Armendáriz en operaciones baldías y anticuadas como saber quién es usted, qué le debe a las generaciones que nos precedieron y qué piensa dejarle a sus nietos. So pena que una vasectomía oportuna hasta de esa preocupación le salvara. Por delante siempre el lema de la progresía:Vivere pericolosamente. Y como ignoran el origen de la frase, puede valerles. Como lo de “Estado Español”, que tanto les gusta.

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