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Serafín Fanjul

Unidad sin unitarios

¿A dónde vamos a ir con una gente que tres días antes se había negado a revocar el apoyo a Rodríguez para seguir negociando con la ETA?

Fingen rasgarse las vestiduras, simulan buscar culpables durante diez minutos (no hay que fatigarse), continúan impertérritos, con su cara de hormigón, prestos a repetir las mismas votaciones en el Congreso, idéntico apoyo a la rendición ante la ETA. Llevan la burla y el insulto a la promoción publicitaria de la palabra "unidad", igual que en otros momentos exaltan el "diálogo", mera acumulación de unos cuantos fonemas: no les importamos nada, convencidos como están de que para torearnos basta cualquier engaño burdo. El juego es ya muy viejo, lo hemos visto demasiadas veces: hasta los toros acaban percatándose de las estratagemas y repetición de movimientos del hombre durante los cortos minutos que sobrevive en la lidia. ¿Por qué no nosotros?

Desde el asesinato de Tomás y Valiente hemos contemplado en demasiadas ocasiones a unos políticos –y a otros– ponerse a la cabeza de la manifestación para encauzar, neutralizar y acabar paralizando la cólera e inquietud populares; para que no nos metamos en su terreno y terminemos desbordándolos, vaya. O, dicho de otro modo, para que permanezcamos en el Nirvana del encefalograma plano y los perfiles bajos. Distintas maneras de decirlo. Mientras la rabia e incredulidad de un sector amplio del pueblo español crecen, los políticos implementan vistosas concentraciones a las que asisten cinco mil personas. Suponiendo que sólo la mitad de los asistentes –que es muy poco suponer– fuesen simpatizantes del PP, todos los demás partidos del llamado "arco parlamentario" (¡qué cursilada!) más los sindicatos y los empresarios pudieron arrear para la Puerta de Alcalá a unos dos mil quinientos concentrados. Ni siquiera el enjambre de liberadospartidarios y sindicales acudieron a fichar para ganarse el sueldo. Como no reconocerán jamás lo intragable de sus cuentos, deben cargar la culpa sobre alguien: la AVT y Francisco José Alcaraz, que una semana antes tuvieron la desfachatez de reunir a medio millón de personas, con lo cual reconocen implícitamente que la capacidad de influencia y la percepción de honradez para éstos últimos es cien veces mayor que la suya.

No es sólo que la AVT se niegue, por dignidad lógica, a manifestarse con quienes (Álvaro Cuesta, Pepiño) unos días antes les habían tildado de "repugnantes", "de compañías indeseables" y "objetivos oscuros", es también un asunto de eficacia: ¿qué se puede esperar de la pandilla de todos los separatistas, más IU, unidos meramente en la meta común de desguazar el Estado y repartirse el botín, las mil presas que tienen ojeadas, tan sabrosas, tan cercanas? ¿A dónde vamos a ir con una gente que tres días antes se había negado a revocar el apoyo a Rodríguez para seguir negociando con la ETA? Nos infravaloran mucho: que se lo dediquen a sus votantes, que ésos seguramente lo merecen y, por cierto, son los que ni pisan la calle cuando se trata de solidarizarse con un guardia civil. ¿Ustedes conocen algún progre que lo haga? Yo no (y de progres conozco legión). Así pues, ¿de dónde va a sacar Rodríguez la tropa para engalanar el escenario, si nosotros no vamos y a los suyos les tiene al fresco?

Tal vez algunos lectores lo oyeran en la radio, como yo mismo, pero la información es tan cruda que debemos contribuir a difundirla por todos los medios posibles, dado el bloqueo y tamiz desinformativo de casi todas las televisiones: al alcalde del pueblo de Fernando Trapero, El Tiemblo –lo refirió él mismo–, le prohibieron el acceso a la zona acotada para "autoridades" por portar una bandera española. Quizás temían la desbandada de los independentistas encaramados en el escenario del teatrillo para representar el minúsculo sainete de título "La Unidad". Pero hubo más: los tipos que llenan la andorga en los sindicatos se negaron a que un guardia civil leyese el glorioso comunicado de Las Vaguedades (otro buen título para un entremés). A saber qué sensibilidad se sentiría herida por tamaña intrusión, un guardia civil prestando su voz para recordar a otro.

 ¿De qué unidad hablan? ¿A quién creen engañar? ¿Qué pinta el PP en esa farsa? ¿Por qué no fue Rajoy a la manifestación de la AVT? ¿De verdad piensan los sabios de Génova que tienen siete millones de votos en propiedad? ¿Por qué no dan el callo y se mojan como Esperanza Aguirre? ¿Cómo son tan irresponsables de no entender que España, gracias a Rodríguez, no puede permitirse el lujo de que el PP pierda las elecciones? ¿Cuándo se atreverán a conquistar nuestro voto por convicción sin que se lo demos como mal menor?

"Los políticos debemos reflexionar sobre el desastre de hoy", decía Rosa Díez en la misma noche. Vana ilusión. Nadie va a reflexionar sobre nada. Ni los unos renunciarán a la golfería ni los otros a la pusilanimidad, más preocupados de condenar "enérgicamente, los intolerables abucheos" a varios de sus colegas de profesión (¿cuándo va a condenar Rodríguez las agresiones al PP el 13 de marzo de 2004?) que de echarse a la yugular de los asesinos. A la vista de cómo se repiten las vueltas de la noria de este Retablo de las Maravillas, monótonas hasta la desesperación, ni siquiera tengo ganas de hacer análisis políticos sino de pura psicología social, no poco amarga, no poco harta; y recordar aquella letrilla de La Flaca, el periódico satírico del XIX: "El valiente pueblo ibero / transige con un héroe por lo pronto / pero jamás transige con un tonto". Saque cada quien sus conclusiones. O ni somos valientes, ni pueblo y ni siquiera iberos, que también es posible.

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