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Steven Milloy

Los verdes remiendan su estrategia

El tratado sobre recalentamiento global, conocido como el Protocolo de Kyoto, está políticamente muerto en Estados Unidos. Pero los activistas ambientales no abandonan su fantasía de crear una economía socialista global por medio del control de la utilización de la energía.
 
Parece que están cambiando sus tácticas para alcanzar su meta y no me refiero a producir películas tontas como “El día después de mañana”. La nueva táctica es presionar a las grandes empresas para que reduzcan las emisiones de dióxido de carbono, lo que significaría hacer cumplir el Protocolo de Kyoto empresa por empresa.
           
El tipo de presión utilizada no es la común de forzar el brazo de los empresarios ante la posibilidad de mala prensa. Los activistas, más bien, compran acciones de una empresa y hacen la presión como accionistas y en las asambleas.
           
Durante el año 2003, estos accionistas/activistas entregaron más de 25 peticiones exigiendo a las empresas que redujeran las emisiones de los llamados gases invernadero. Ninguna de las peticiones fue aprobada, pero en varias ocasiones recibieron bastante apoyo de otros accionistas: 32% en ChevronTexaco; 27% en American Electric Power (el mayor productor de electricidad con carbón); 23% en General Electric y 21% en Exxon Mobil.
           
En febrero de este año, American Electric Power anunció que evaluaría e informaría a sus accionistas sobre el riesgo causado por sus emisiones de gases invernadero y también el resultado de sus esfuerzos por reducirlos. Otra empresa de electricidad que utiliza carbón, Cinergy Corp., también accedió a las peticiones de fondos de pensiones para controlar sus emisiones de gases y demás asuntos ambientales.
           
Y no olvidemos las más de 40 grandes compañías que ya cedieron frente a los activistas respaldando el Centro Pew sobre Cambios Climáticos Globales. British Petroleum (BP) ha procedido a etiquetar su producto principal, el petróleo, como un “mal necesario” en su propaganda de televisión.
           
La presión también proviene del grupo llamado Carbon Disclosure Project, donde 87 inversionistas institucionales que administran activos por 9.000.000.000.000 de dólares. Este grupo le ha pedido a 500 grandes empresas que revelen los riesgos que causan al ambiente y sus planes para reducirlos.
           
Utilizando la mala publicidad relacionada con Enron y WorldCom, algunos cabilderos están presionando para que minorías de accionistas puedan nombrar directores, abriéndoles así las puertas a los activistas verdes. Pero lo más preocupante es que la gente no conoce los proyectos de los activistas verdes y muchos todavía creen en sus buenas intenciones.
 
Temiendo las desastrosas ramificaciones del Tratado de Kyoto, el Presidente Bush se retiró en 2001 y ninguna legislación sobre recalentamiento global ha sido considerada por el Congreso de EEUU. Nuestros políticos de ambos partidos saben que la ciencia-basura en que se basa Kyoto sería un suicidio económico para la nación.
           
Aunque los verdes han fracasado en sus intentos de hacer avanzar su agenda por medios políticos, no se han rendido, sino que están cambiando sus blancos.
 
©  AIPE
 
Steven Milloy es académico adjunto del Cato Insitute y autor del libro Junk Science Judo: Self-defense Against Health Scares and Scams.
 
 

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