Sorprende pensar que algunos de los que fueron máximos colaboradores de Nicolás Redondo Terreros le acusen ahora de haberse aislado voluntariamente. Esa es su falacia para explicar una actitud con la que sólo pretenden salvar sus cabezas uniéndose a la corriente subterránea dirigida por Felipe González que comenzó a emerger ya durante la campaña de las autonómicas. La veda contra Nicolás Redondo se abrió cuando González habló de sus amigos del PNV. Legitimó a los Elorza, Eguiguren y compañía, respaldó al rencoroso Jáuregui y captó a algunos jóvenes dirigentes ávidos de poder. Muchos eran ya los que cuestionaban la política de Redondo que abonaban así la semilla sembrada por González y regada desde Ferraz. El jefe González había marcado la pauta.
Se extendió internamente la interesada idea de una colaboración electoral entre el PSE y el PP. Nada más lejos de la verdad, pero así corrió alentada por conocidos dirigentes socialistas y así ha quedado establecida. Hasta el punto de que, tras las elecciones –cuyos resultados se empeñaron en denostar pese a que en porcentaje y número de votos superaban a las anteriores– se ha achacado lo que califican de “desastre electoral” a esa supuesta asociación con la derecha. “Comparsa del PP”, “exclusión” y “bloque” son algunos de los términos que dirigentes del PSE han utilizado y que han calado en la militancia, términos que habitualmente escuchábamos del PNV.
Pero no era suficiente que Redondo hubiera dimitido y se intentó culminar su desacreditación filtrando una reunión con Aznar y otra supuesta con Ricardo García Damborenea, ex secretario General del PSE y hombre próximo al PP. La cacería, como lo ha calificado Redondo Terreros, había terminado. No se presentará a la Secretaria General. González y medios afines ganan. Pierden, sin duda, el PSOE, el PSE y la libertad en el País Vasco.
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