Menú
Thomas Sowell

Dime que no es cierto

En un tribunal de justicia, al acusado se le presume "inocente hasta que se demuestre lo contrario", más allá de toda duda razonable. Pero esa frase se repite con demasiada frecuencia fuera de los juzgados.

Joe Shoeless Jackson fue el único bateador en lograr un porcentaje de bateo de 38,2% en su última temporada en las grandes ligas. Después fue suspendido a perpetuidad por su papel en el escándalo de las medias negras, la renuncia a ganar en la Serie Mundial de 1919 a cambio de dinero. Fue a Jackson a quien supuestamente un niño le pidió: " Dime que no es cierto, Joe."

Tal vez nos hayamos vuelto demasiado sofisticados para reaccionar de la misma forma ante la noticia de que muchos jugadores estrella de primera división han estado consumiendo esteroides o cualquier otra droga para mejorar su rendimiento. Pero tal vez nos hayamos excedido; puede que nos convenga ser un poco más ingenuos otra vez.

Algunos se están planteando si se deberían poner asteriscos junto a los promedios de juego de Barry Bonds u otros jugadores estrella. Pero ese es el menor de los problemas, y la peor de las soluciones. Los esteroides son peligrosos y en ocasiones pueden llegar a matar. Pero si algunos jugadores los emplean, otros van a sentirse presionados para consumirlos y así poder competir en igualdad de condiciones. Y lo más importante de todo: muchos jóvenes van a imitar a sus héroes deportivos y a pagar el precio. Esos jóvenes son mucho más importantes que los asteriscos.

Podría pensar que los atletas que ganan un millón de dólares –no al año, sino cada mes– podrían dar ejemplo a los chicos que les admiran. Pero muchos de ellos sólo piensan en sí mismos, y no siempre de manera inteligente, incluso por su propio bien.

La perdición para la carrera de la estrella del fútbol americano Michael Vick no fueron los esteroides, sino las peleas de perros. En cualquier caso, la imprudente indiferencia hacia las normas fue la misma. Vick arriesgó una carrera que le habría procurado en los próximos años más de lo que gana la mayor parte de la gente en una vida entera. Incluso quienes nunca fuimos admiradores suyos no podemos sino encontrar doloroso ver a un joven autodestruirse de esta manera. Si algo bueno saliera de todo esto, debería ser que su destino disuadiera a otros.

La pregunta más importante que deben hacerse quienes se encuentra en una posición de autoridad, ya sea en los tribunales o en el deporte profesional, es: ¿qué vamos a hacer ante esto? La ley ya se ha pronunciado en el caso de Michael Vick. Es demasiado pronto para tener seguirdad sobre lo que dictaminará en el caso de Barry Bonds y los demás implicados en el escándalo de los esteroides. Pero lo que sí se puede señalar ya es que lo que haga o deje de hacer no tiene relación alguna con lo que hacen quienes están al timón del deporte profesional.

En un tribunal de justicia, al acusado se le presume "inocente hasta que se demuestre lo contrario", más allá de toda duda razonable. Pero esa frase se repite con demasiada frecuencia fuera de los juzgados. Todos los jugadores acusados de vender la Serie Mundial de 1919 fueron absueltos por un tribunal de justicia, pese a lo cual el comisario de la liga los suspendió a perpetuidad. En cierto modo, esa prohibición no sólo se aplicó de por vida, sino a título póstumo. Ninguno de esos jugadores ha ingresado en la Galería de la Fama del Béisbol, pese a que Joe Shoeless Jackson tuvo un porcentaje de 40,8% en su mejor momento y otro de 35,6% a lo largo de su carrera profesional.

Pero eso fue mucho antes de volvernos tan sofisticados como para aprender a inventar excusas para quienes violan las leyes y algunos pretextos más para quienes se niegan a castigarlos. Hoy hay quien lamenta la exclusión de Pete Rose de la Galería de la Fama, dado que su comportamiento en el campo le haría merecedor de estar allí, si no fuera porque rompió las reglas. Pero los registros aún más impresionantes de Joe Shoeless Jackson ciertamente le situarían en Cooperstown, sede de la Galería, si no hubiera violado las normas.

El rechazo de los cronistas deportivos a votar a favor del ingreso de Mark McGwire en la Galería de la Fama, a pesar de su magnífica carrera, permite mantener aún una cierta esperanza en la cordura del deporte profesional. Mantener a reconocidos violadores de la ley lejos de Cooperstown sería un disuasorio mucho más eficaz que colocar asteriscos junto a sus puntuaciones, que esos que "no juzgan" seguramente ni tendrían en cuenta. Desgraciadamente, el informe del senador George Mitchell sobre el consumo de esteroides en la liga y sus recomendaciones optan por olvidar el pasado, un enfoque que ha extendido por toda la sociedad la indiferencia hacia las normas, como puede verse por doquier, desde los que copian en los exámenes a los delincuentes profesionales.

En Deportes

    0
    comentarios