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Thomas Sowell

El discurso de Obama

Alguien dijo una vez que la labor de un estafador no es convencer a los escépticos, sino permitir que la gente siga creyendo lo que desea creer.

¿Pudo el discurso de Filadelfia de Obama convencer a la gente de que todavía es un candidato factible a presidente de los Estados Unidos, a pesar de las reacciones adversas a los comentarios de su pastor, Jeremiah Wright? Las encuestas y las primarias responderán esta cuestión. Sin embargo, la gran pregunta que nadie ha formulado al senador Obama es la misma que se planteó a propósito del presidente Nixon durante el escándalo Watergate: ¿qué sabía? ¿Y cuándo lo supo?

Aunque el senador Obama pretenda ahora hacernos creer que está escandalizado, conmocionado por lo que dijo Jeremiah Wright, y que además él no estaba presente en la iglesia cuando el pastor dijo esas cosas desde el púlpito, queda una pregunta en el aire: ¿por qué retiró la invitación a Wright al evento en el que anunció, hace un año, su candidatura a la nominación presidencial por el Partido Demócrata? La única respuesta razonable es que Barack Obama o su equipo sabían ya entonces que Jeremiah Wright no es alguien a quien quieran presentar a los medios y al subsiguiente escrutinio. ¿Y por qué era mejor ocultarlo si es precisamente ahora cuando el senador Obama se está enterando por primera vez, para su sorpresa, del tipo de cosas que Jeremiah Wright ha estado diciendo y haciendo. 

No hacía falta haber estado en la iglesia cuando Wright pronunció esos comentarios obscenos e incendiarios para saber de ellos. Los periodistas que están reproduciendo las grabaciones de esos sermones tampoco estaban físicamente presentes cuando se pronunciaron. Las grabaciones estaban a la venta en la propia iglesia. Obama lo sabía porque había comprado varias de esas cintas. Pero incluso aunque no hubiera grabaciones ni Obama hubiera tenido nunca noticia a través del resto de los feligreses de lo que su pastor estaba diciendo, él ha acudido a ese iglesia durante 20 años y no como uno más, sino como alguien que en una ocasión donó 20.000 dólares al templo. No hay forma de que no tuviera conocimiento de las diatribas antiamericanas y racistas de Jeremiah Wright desde el púlpito.

Alguien dijo una vez que la labor de un estafador no es convencer a los escépticos, sino permitir que la gente siga creyendo lo que desea creer. Así, el discurso de Obama en Filadelfia, una obra maestra de la interpretación escénica, probablemente tranquilice a la mayor parte de los demócratas y a algunos otros partidarios de Obama. Sin duda dirán que debemos "pasar página", a pesar de que muchos de ellos aún no han pasado la página de la victoria electoral de George W. Bush en 2000. Al igual que los juicios soviéticos durante las purgas de los años 30, el discurso de Obama no estaba pensado para convencer a los críticos, sino para tranquilizar a los partidarios y compañeros de viaje a fin de que los "tontos útiles" lo puedan seguir siendo.

El reciente éxito de ventas del libro de Shelby Steele sobre Barack Obama contiene revelaciones importantes sobre el personaje y sobre las circunstancias a las que se enfrentan muchos otros negros, especialmente aquellos que nunca formaron parte de la cultura negra del gueto pero que se identifican con ella, sea por motivos políticos, personales o pecuniarios. Al igual que los conversos religiosos, se vuelven más papistas que el Papa, convirtiéndose en gentes "más negras que nadie". Por el motivo que sea, Barack Obama eligió hace décadas una iglesia negra extremista, a pesar de que en Chicago no había escasez de iglesias, ni negras ni blancas.

Algunos afirman que intentaba ganar credibilidad en las calles del gueto para facilitar su labor como activista comunitario o su carrera política. Quizá nunca lo sepamos. Sin embargo, ahora que Barack Obama se presenta a la candidatura presidencial, lo hace sobre una base radicalmente distinta, como un candidato post-racial especialmente preparado para conseguir que todos nos pongamos de acuerdo. Pero el pasado continúa persiguiéndole, a pesar de sus intentos de enterrarlo y los de parte de los principales medios de comunicación de ignorarlo o disculparlo.

Shelby Steele presenta a Barack Obama como un hombre sin convicciones reales, "una figura icónica que no se preocupó de hacerse a sí misma". El senador Obama ha sido en el mejor de los casos un icono, capaz de satisfacer con la seguridad de su discurso las necesidades psicológicas de los demás, incluyendo el alivio de disipar la culpabilidad blanca a través del apoyo a su candidatura.  Pero, ¿presidente de los Estados Unidos en un momento de peligro nacional y bajo la amenaza inminente del terrorismo nuclear? No, gracias.

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