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Thorvaldur Gylfason

El fracaso de los miembros de la OPEP

La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) tiene once miembros y comprende desde Venezuela, en el Hemisferio Occidental, hasta Indonesia, en el Lejano Oriente, y nueve naciones en África, Medio Oriente y Asia Occidental. Lo que tienen en común es que exportan mucho petróleo y la gente piensa que esa inmensa riqueza petrolera les ha brindado paz y prosperidad. La realidad es muy diferente.

Argelia ha estado empantanada durante años en una sangrienta guerra civil. Indonesia sigue siendo la nación más inestable del Lejano Oriente. Irán e Irak estuvieron en guerra desde 1980 hasta 1990. Libia, lo mismo que Irak, es un paria internacional. Durante la mayor parte de su historia como nación independiente, Nigeria ha sido una cleptocracia militar. Los estados del Golfo —Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Arabes Unidos— confrontan amenazas internas por parte de fundamentalistas islámicos y gastan el 11%, 15% y 7%, respectivamente, de su ingreso nacional en gastos militares, mientras que Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia gastan el 3%. Venezuela es uno de los países más corruptos del mundo, según Transparencia Internacional, apenas ligeramente menos corrupto que Indonesia y Nigeria.

Menos conocido que lo anterior, pero también revelador, es el historial económico de los países de la OPEP desde 1965. Fuera de Indonesia, que creció rápidamente como todos sus vecinos asiáticos desde 1965 hasta 1997, como también lo hizo Argelia, el país de la OPEP con mayor crecimiento económico desde 1965 es Nigeria, alcanzando un crecimiento anual promedio, per cápita, de 0,0%. Su producción nacional apenas ha crecido a la par de su población. Es cierto que logró crecer en los años 70, pero ha retrocedido a su anterior punto de partida.

Aunque parezca increíble, los demás países de la OPEP han experimentado un crecimiento económico negativo desde 1965, incluyendo Arabia Saudita. En Argelia pasa lo mismo desde 1990. Un crecimiento negativo significa una caída del nivel de vida de las masas. Irán y Venezuela han experimentado una contracción promedio de su producto per cápita de 1% anual desde 1965. En los casos de Irak, Libia, y los Emiratos Arabes Unidos, la caída promedio ha sido de 4% al año; en Qatar de 6% entre 1970 y 1995. Lo que ha estado sucediendo en los países miembros de la OPEP no tiene paralelo en la historia económica del mundo.

Pero eso es lo que suele suceder en países ricos en petróleo y minerales, a menos que sepan administrar bien sus riquezas naturales. Esas inmensas riquezas naturales parecen llenarlos de un falso sentido de seguridad que los conduce a darle la espalda a las instituciones que promueven el desarrollo económico, tales como mercados abiertos de capital que fomentan las inversiones, educación, libre comercio, democracia y respeto a la propiedad privada. Los incentivos en la creación de riqueza se pierden ante la facilidad de extraerla del subsuelo, de manera similar como los padres muy ricos a veces echan a perder a sus hijos. La madre naturaleza parece hacer lo mismo.

Como pésimos administradores, los países de la OPEP no son únicos. Brunei desperdició gran parte de su riqueza petrolera y Noruega, hasta ahora el país exportador de petróleo que más hábilmente administraba sus riquezas naturales, parece creer que puede resolver problemas económicos tapándolos con dinero del petróleo.

¿Cómo pueden los miembros de la OPEP frenar su retroceso económico y volver a tomar el camino del crecimiento? La estrategia debe ser diversificar sus economías, fomentando las inversiones, la economía de mercado, la educación, la democracia, la igualdad ante la ley, la seguridad jurídica, el respeto por los derechos de propiedad, etc. Es decir, lograr la misma estructura institucional en que se ha basado el crecimiento económico de los países exitosos.

©AIPE

Thorvaldur Gylfason es profesor de Economía en la Universidad de Islandia.

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