Cuando Thomas Jefferson escribió la Declaración de Independencia y esta fue firmada por los otros padres fundadores de la nación, algo realmente extraordinario ocurrió en la historia de la humanidad. Por primera vez, un grupo apreciable de personas hizo constar la importancia del individuo.
Declarar abiertamente que es evidente que todos somos iguales en cuanto a nuestros derechos inalienables a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad es algo que va más allá de la Carta Magna y también de lo que los políticos han venido diciendo desde entonces. Se anunciaba y se dejaba constancia de un descubrimiento que había estado revoloteando tras muchos otros ideales políticos, sin hasta entonces quedar definido. Por eso es que usted y yo y todos los demás importamos y valemos; no sólo valen los reyes, los nobles, los zares y los jeques.
Una de las razones por las que esto se pudo hacer en América es porque se trataba de un continente donde los que allí vivían no habían establecido todavía tradiciones firmes y estables. Los indígenas pertenecían a variadas tribus y sus costumbres no habían sido codificadas de manera que presentaran un obstáculo a los esfuerzos de los colonos de formar una sociedad totalmente nueva. Los colonos, por su parte, estaban hartos de las tradiciones autocráticas europeas y decididos a encontrar una mejor alternativa, la cual resultó ser el individualismo americano. No todos los medios para lograrlo fueron perfectos, pero el objetivo goza de inmenso mérito.
Incluso en aquellos tiempos, los que buscaban una sociedad completamente libre eran una minoría. Jefferson tuvo que enfrentarse con Hamilton; años más tarde John Marshall y Abraham Lincoln lograron construir gobiernos muy fuertes. Ellos creían en el poder superior del gobierno federal y apoyaban más la unidad política que la libertad individual.
Hoy queda poco del espíritu individualista en nuestra cultura. Los intelectuales tienden a fomentar un gobierno central poderoso y algunas veces utilizan buenas excusas, como acabar con la esclavitud, pero en otras ocasiones los argumentos son totalmente falsos y fraudulentos, como las supuestas ventajas del proteccionismo económico. Mucho se ha avanzado en destruir los ideales del individualismo con caricaturas reaccionarias que lo ridiculizan, tratando así de borrar su memoria.
Las arengas de la política contemporánea contra el individualismo no tienen límite, culpándolo por los divorcios y hasta por la pobreza del tercer mundo, cuando una de las maravillas del individualismo es que poco daño puede hacer, aún en el caso de los narcisistas.
Lamentablemente, muchos políticos tratan a la ciudadanía como si fueran niños y los ciudadanos permiten que les manejen la vida. Así, hombres y mujeres con deseos de poder ocupan cargos políticos desde donde no respetan las tradiciones establecidas por la Declaración de Independencia: imponen licencias y promulgan leyes, regulaciones y reglamentos que resultan en un asalto y un insulto a la dignidad del ciudadano, quien cada día depende más y más del gobierno, perdiendo más y más su propia independencia.
Por eso mismo, el 4 de julio debe ser una celebración esperanzadora respecto al futuro, como también una valiente reafirmación de los ideales de una comunidad humana que nos guía y nos ayuda a vencer las tendencias reaccionarias de aquellos que quieren expandir su autoridad a nuestras expensas nuestras y a dominar la vida de los demás.
© AIPE
Tibor R. Machan es profesor de la Chapman University y académico asociado del Cato Institute.
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