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Tomás Cuesta

Aguirre alza la voz y el PP la silencia

Chulapa por instinto y desenvuelta por sistema, descifra el sino agónico que acecha a su partido tirándole un pellizco a la momia de Lenin.

Chulapa por instinto y desenvuelta por sistema, descifra el sino agónico que acecha a su partido tirándole un pellizco a la momia de Lenin.
Aguirre en la presentación de su libro | .

La infinidad de compromisos que abarrotaban, anteayer, la agenda del Gobierno y el generoso empeño con que los apparatchiks de Génova apuraban los tiempos en busca de un acuerdo son, sin duda, el motivo de que a Esperanza Aguirre -que presentaba en sociedad Yo no me callo, una mixtura de alegato y examen de conciencia- le diesen la callada por respuesta. Pudiera ser, no obstante, que el hecho de que ni tan siquiera un mal ministro (o regular, ¡qué lujo!, por pedir que no quede) se prestase a escoltar a la indomable lideresa, respondiese a uno de esos ucases monclovitas que se dirían moscovitas por el pavor que engendran. Si fuera así, el ninguneo sistemático y los turbios enhebres que han confinado a Aguirre en los suburbios de un PP desvaído y pastueño, en lugar de humillarla, la engrandecen. Si fuera así (y es así, por supuesto) no todo está perdido para el centro-derecha mientras haya una voz que desafíe la omertá y se juegue el pellejo clamando en el desierto. Alguien que, en un momento en que los párvulos tutean a Cervantes con una fachenda obscena, se brinde a desfacer tuertos encomendándose a Quevedo: "No he callar por más que con el dedo, ya tocando la boca o ya la frente, silencio avises o amenaces miedo. ¿No ha de haber un espíritu valiente? ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice? ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?".

Política y poética: el diablo cojuelo -el demiurgo de la lengua- y nuestra deslenguada diablesa. Mutatis mutandis, que no es poco, la comparación no ofende. ¿Habrá que recordar que esos que zurcen ripios a vela y a vapor, a diestra y a siniestra, coinciden en que Esperanza Aguirre, tan desahogada, tan soberbia, peca de verso libre y posa de verbo suelto. No obstante, los expertos en muñir etiquetas ignoran -¡tanto ignoran!- que lo que parece idéntico no lo es en absoluto desde el punto de vista métrico. El verso libre no está sujeto a rima, no administra las sílabas, no distribuye los acentos. El verso suelto, en cambio, aunque prescinda de la rima, no puede escabullirse del conteo silábico ni permite que el ritmo se altere a conveniencia. De ahí que, entretejiendo política y poética, la ejecutoria pública de un personaje que ha afrontado, de poder a poder, los desafíos de tres décadas, encaje en el rigor del verso suelto y no en la revolera -inspirada o mostrenca- de los versículos libérrimos.

No es raro, pues, que ese pugnaz Yo no me callo que algunos han tomado por una declaración de guerra, no aspire a convertirse en un "J'accuse" cañí, ni en memorial de agravios, ni en ajuste de cuentas. Cercana como nunca y amena como suele, Aguirre planta cara al rencor ecuménico que envilece a los propios y reconcome a los ajenos ofreciendo respuestas y avanzando propuestas. Chulapa por instinto y desenvuelta por sistema, descifra el sino agónico que acecha a su partido tirándole un pellizco a la momia de Lenin. ¿Qué hacer? Pasen y lean.

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