Menú
Tomás Cuesta

Los chistes de Marianico el Largo: "Alguien está engañando a alguien"

Mariano se acomodó las lentes, engatillo el semblante, quintaesenció el intríngulis y espoleó el descaro: "Alguien está engañando a alguien".

Mariano se acomodó las lentes, engatillo el semblante, quintaesenció el intríngulis y espoleó el descaro: "Alguien está engañando a alguien".
Archivo/EFE

Decía Sherlock Holmes que el inspector Lestrade tenía una inteligencia valiosísima, diamantina incluso, a fuer de ser escasa. El sarcasmo es cruel, el desdén implacable, el latigazo dialéctico restalla, hoy como antaño, con la vigencia inextinguible que define a los clásicos. ¿Hay algo, al fin y al cabo, más moderno que un clásico? "En este caso, Sherlock, me inclino por el no. Y no sólo me inclino sino que, además, me planto". "Caso resuelto, pues: Elementary, my dear Watson". A manera de ejemplo -y porque viene al pelo, y porque el enhebre ayuda a ordeñar el teclado-, utilicemos la agudeza del gran pesquisidor a guisa de escalpelo de las miserias actuales y démosle a Lestrade (Scotland Yard, al habla) una oportunidad de restrenarse en el titirimundi de los sandios.

La cosa es que el plumazo carnicero que despachó una inteligencia inapreciable por lo escasa, le viene pintiparado al Rajoy que, anteayer, en el fragor de la bullanga, pretendió sentar cátedra de humorista filoso y chistoso afinado. El señor presidente (sólo en funciones, ay, aunque al mirarse en los espejos -espejito, espejito…el cuento del contable- avizore en su facha a un presidente funcionario), el señor presidente, que es a lo que íbamos antes de circunnavegar la frase, tiene el gracejo en las antípodas, en el ojo sin párpado, en salva sea la parte. Tiene el salero húmedo, neblinoso, galaico y una sonrisa feble, espantadiza, inane. Un titubeo a flor de labios que, si no rompe a mueca, se enquista en el amago. Lo cual, que el "sense of humour" que bulle en los adentros de Marianico el Largo (el Corto, el de la boina, el cachirulo y la cachava, peca, quizá, de recio, mas no hocica en lo rancio) es un ídem, un calco, un déjà vu tedioso de la historieta interminable. ¿Convenimos, entonces, que sus presuntas humoradas sólo son valiosas en tanto son escasas? "Elementary my dear Watson".

El debut por sorpresa y a cencerros tapados de Mariano Rajoy en el palenque de la sátira se consumó al abrigo de la tele eclesiástica con incienso a porfía, fervores ecuménicos, pellizquitos de monja e indulgencias plenarias. Avanzaba la noche, el medio, a esas alturas, era el masaje no el mensaje y hete aquí que, de pronto, en un amén Jesús como correspondía al escenario, Don Mariano hizo mutis y Marianico el Largo echó la pata alante. Solemne, despacioso, dominador, sobrado, se acomodó las lentes, engatillo el semblante, quintaesenció el intríngulis y espoleó el descaro: "Alguien está engañando a alguien". Ni micer Maquiavelo, metido a comediante, habría conjugado con tal maña (y tal saña) la politiquería fétida y la desfachatez marraja.

Alguien está engañando a alguien" sentencia el embustero concelebrándose a sí mismo mientras contempla, de hito en hito, a la pasmada claque. Ríanse a borbotones, desmadéjense en lágrimas, aplaudan al bufón, denle cera al payaso. ¿Y Gila? Pobre Gila, menudo giliflautas. Amén de birlarle el chiste, el burlador le ha rematado. "Alguien ha asesinado a alguien": en el original el crimen no se llamaba a engaño.

Temas

En España

    0
    comentarios