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Víctor Cheretski

Chantaje ruso a Ucrania

La visita del Pontífice a Ucrania ha producido una rabia silenciosa en los círculos políticos y religiosos de Moscú. Rabia, porque, según los rusos, este viaje, por invitación de las autoridades de Kiev, simboliza una aproximación de Ucrania a Occidente, un nuevo desafío a la “madre Rusia” y al patriarcado de Moscú. Silenciosa, porque no pueden decir nada frente al entusiasmo con que fue recibido Juan Pablo II por millones de ucranianos, tanto católicos como ortodoxos.

Los políticos rusos, más bien indiferentes ante el aspecto religioso de la visita, no tienen nada contra el Vaticano. En el foco de sus críticas está el presidente ucraniano, Leonid Kuchma. La palabra “judas” es la que más se utiliza para calificarle.

La verdad es que el Kremlin ya veía a Kuchma en su bolsillo. Los escándalos de corrupción y por el asesinato de un periodista produjeron la primavera pasada, una grave crisis política en Ucrania. La crisis fue fomentada desde Moscú para que Kuchma fuera más prorruso, mientras en las capitales occidentales, muy prudentes ante los escándalos, se guardaba un profundo silencio. Por fin, el presidente tras ciertas conversaciones con el “gran hermano” ruso, ha podido salvarse. Su colega moscovita, Vladímir Putin, se desplazó a Ucrania para apoyarle. Luego mandó a Kiev al antiguo primer ministro ruso, Víctor Chernomirdin, en calidad de embajador y a la espera de que desde ahora Kuchma, agradecido, fuera más fiel a Moscú y dejara su “coqueteo” con Occidente.

No fue así. Kuchma se ha mostrado mucho más listo de lo que parecía. Según algunos observadores, con la invitación al Papa ha podido romper el aislamiento internacional. En Europa no le ven más como a un presunto asesino de periodistas, sino como al anfitrión del Pontífice y partidario de la aproximación a Occidente. Además, se ha puesto últimamente más gallito con los del Kremlin.

Pero si Kuchma es listo, en Moscú tampoco son tontos. Mientras los ucranianos entusiasmados saludaban al Papa, el Kremlin se apresuraba a decir que es “prematuro” unir el sistema energético ruso con el ucraniano. Esta medida estaba prevista anteriormente para sacar a Ucrania de la grave crisis energética. El chantaje es evidente ya que los rusos prometen también “revisar” las condiciones de suministro de gas y petróleo a Ucrania. Putin no es un hombre fácil de engañar y en el caso de Ucrania va en serio.

Pero los verdaderos perdedores de esta visita han sido los jerarcas de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Ni una de sus profecías se ha cumplido. El Papa no se ha dedicado al proselitismo durante su viaje, como advertió el patriarcado ruso. Todo al contrario, ha sido muy respetuoso en cuanto a los lugares sagrados de esta iglesia. Tampoco ha intentado fomentar odios entre las distintas confesiones de Ucrania, otra profecía moscovita. Y es que el Papa sólo pedía paz y reconciliación.

Lo peor para Moscú es que lo han presenciado millones de personas, especialmente los ortodoxos ucranianos cada día más alejados de la influencia rusa.

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