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Víctor Cheretski

El último disparate en el "circo ruso"

El folclórico vicepresidente del parlamento ruso y líder nacionalista, Vladímir Yirinovski, ha pedido a sus colegas diputados utilizar un nuevo sistema electoral para los futuros comicios. Este método, según su promotor, no tiene nada que ver con los "podridos y perversos modelos occidentales" y se corresponde mucho más con el alma rusa. Consiste en que, desde ahora, cada líder político debe sacar al mercado una marca de vodka con su nombre. Así los ciudadanos podrán comprar y beber "Vodka Putin" (presidente de Rusia), "Vodka Ziugánov" (líder del PC), "Vodka Niemtsov" (líder liberal), etc. En cuanto al "Vodka Yirinovski", ya está a la venta desde comienzos de los años noventa. Teniendo en su mercado vodkas con los nombres y retratos de sus principales políticos, Rusia podrá prescindir de grandes gastos al organizar elecciones legislativas. Para conocer el nombre del vencedor, que podría formar el nuevo Gobierno, se necesita sólo enterarse de qué vodka ha tenido más éxito y, por supuesto, ha sido el más vendido. Pero las propuestas no se quedan en meros negocios comerciales. El líder populista —cuyo principal lema electoral fue "A cada hombre, una botella" (de vodka)— confesó que su "norma" diaria es tomar una copa de esta bebida rusa. "Con tres me pongo demasiado agresivo", dijo.

Este hombre de 53 años, que tiene carrera universitaria y habla varios idiomas, no es ni un alcohólico, ni un loco. Tampoco se puede confundir uno con su ultranacionalismo, ya que es de origen judío. Su enorme popularidad entre los rusos no se explica, por supuesto, por su apoyo a Sadam Husein, Gadafi, Milosevic y hasta a los talibanes. Nadie toma en serio sus declaraciones cuando asegura que el "soldado ruso lavará pronto sus botas en el océano Indico" o cuando sostiene que "hay que atacar con misiles nucleares a Estados Unidos y a sus aliados occidentales". Sus discursos en defensa de la poligamia tampoco suscitan polémica en la sociedad. No obstante, todo el país está siempre pendiente de sus palabras y actos.

Para comprender el secreto de la inmensa popularidad de Yirinovski hay que conocer lo que es la vida política en Rusia, especialmente la actividad parlamentaria. En un país donde hay sólo un poder, el del presidente y su entorno, el papel del órgano legislativo es nulo. No decide nada, no controla al Gobierno, ni puede cambiar la vida en el país. La mayoría de los debates son inútiles y estériles. Las leyes que se aprueban no sirven para nada en una nación donde rige sólo una ley: la de la jungla. No obstante, ser diputado no es nada malo: el salario es bueno, además tienen numerosos privilegios. Por ejemplo, una gran vivienda gratuita en Moscú y una casa de campo también gratuita. Además, viajes al extranjero y cuantiosos fondos para los gastos de representación.

Los rusos de la calle conocen esta situación. Llaman al parlamento "nuestro circo". Y este circo que cuesta tanto a los contribuyentes no puede ser aburrido, debe servir, por lo menos, para distraer a la gente. Por eso los "payasos", o sea, los diputados, deben ser personas alegres, carismáticas y con ideas grotescas y extravagantes. Por lo menos, eso permite a muchos rusos pasar un rato alegre con los compañeros de trabajo comentando algunos disparates de Yirinovski o de otros legisladores de su estilo. Hay que comprender a los rusos, señores. ¡La vida de la mayoría de ellos es tan mísera y aburrida!


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