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Víctor Cheretski

Las “mascotas” de Putin

Dicen que al presidente ruso, Vladímir Putin, le gustan las mascotas. En casa tiene una gata y en su trabajo, en la política rusa, dispone de una colección completa ya que, al parecer, considera que las “mascotas” son muy necesarias para gobernar el país. Nos referimos a grupos de personas que pretenden llamarse “partidos políticos de la oposición”. Pero no pueden tener esta categoría porque su propósito no es el poder, sino ser fieles y apoyar de forma incondicional al poder ya existente.

La colección fue completada recientemente con la formación de un nuevo “partido” llamado Unión de Fuerzas de Derecha (UFD). Por supuesto, no tiene fuerza, ni es de derecha. Se trata más bien del papel que tienen que desempeñar para que en Rusia haya una apariencia de pluralismo político y de oposición liberal.

El encargado de la UFD es Boris Niemtsov, llamado también el “caniche de Yeltsin”. Además de su parecido físico con la mencionada raza canina, debe su apodo a la devoción absoluta al antiguo presidente. Conociendo su corta edad y su poca experiencia, Yeltsin le nombró vice-primer ministro y luego le quitó el cargo echándole la culpa del fracaso económico. Un truco que el antiguo mandatario practicó con decenas de personas a lo largo de toda su carrera política.

Con los cambios en el Kremlin, el “caniche” no dudó en cambiarse el collar. Fue el primero que declaró eufórico por la televisión: “¡El presidente Putin es de los nuestros, es liberal y demócrata!” Por supuesto, apoyó todas las medidas “democráticas” de su nuevo amo, especialmente la carnicería chechena y el amordazamiento del imperio periodístico independiente del magnate Gusinski.

Siendo todavía hombre de Yeltsin, en los años noventa, Niemtsov se destacó como partidario de que los altos funcionarios rusos dejaran de utilizar los coches extranjeros y se compraran, por el precio de un “Mercedes-600”, la “Volga” rusa, una tartana familiar de muy precaria calidad. La única “ventaja” de este coche consistía en que era fabricado por el oligarca Boris Bierezovski que en aquel entonces cortaba el bacalao en el Kremlin.

Como número dos del “liberalismo” ruso figura Irina Jakamada, conocida por su ignorancia política y dudosos modales, por ejemplo, por su costumbre de rascarse durante las entrevistas televisivas.

Uno de los papeles que tendrá que desempeñar la UFD en el espectáculo político putiniense es atacar, de vez en cuando, al Partido Comunista. Este es también una “mascota” muy cariñosa con el dueño. Es un mastín destinado a reunir el rebaño popular a la hora de esquilar y ordeñar. Pero, a veces, como a todos los mastines, se le cruzan los cables, muestra los dientes y empieza a pedir algo de comida.

Así es el panorama de la oposición rusa.

Es de recordar también que en la Duma, cámara baja del parlamento, reina el partido “Yedinstvo” (la Unidad) que es presidencialista y mayoritario gracias a su reciente unión con otros grupos oficiosos. Hay también representantes del folclórico partido ultra-nacionalista de Vladimir Yirinovski. Oficialmente no pertenece ni a la oposición, ni a nada. Pero, a la hora de la verdad, no duda en clavar sus dientes en la garganta de los que se atreven a criticar al adorado presidente. El objeto de su odio permanente es Occidente. El medio propuesto por Yirinovski para acallar las críticas occidentales: aumentar el número de bombas nucleares.

Así que, la “democracia” y el “pluralismo” en Rusia están bien protegidos y no corren ningún peligro.

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