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Víctor Cheretski

Nostálgicos piden restablecer el Imperio

Se sabe de sobra que la mayoría de los dictadores del siglo XX nunca confesaba haber impuesto su voluntad a los pueblos. Todo al contrario, según ellos su misión siempre era cumplir con la necesidad histórica y las aspiraciones de las masas populares.

Así, el “padre de los pueblos”, Iósif Stalin, se presentaba públicamente como un “humilde servidor” de la voluntad popular. “No somos nosotros (los cabecillas comunistas) quienes exterminamos a los enemigos sino que es el mismo pueblo quien lo hace”, solía decir el déspota justificando sus represalias masivas de los años 30.

Y más. En vísperas de la segunda guerra mundial se hizo con los países bálticos bajo el pretexto de cumplir con la voluntad de los pueblos de aquellos países, “hartos” del capitalismo y “deseosos” del comunismo. Era la mentira más descarada, pero nadie se atrevía a poner en duda las palabras del todopoderoso “servidor popular”.

Como podemos imaginar, hoy en día, la tradición estalinista sigue viva en Rusia. Así que no es el presidente, Vladímir Putin, quien desea restablecer el imperio soviético. Lo único que desea, igual que sus antecesores comunistas, es “cumplir” con las aspiraciones populares.

Tal y como destacan los medios propagandísticos putinianos son los mismos pueblos eslavos, especialmente el ucraniano, quienes están deseosos de pisotear su propia soberanía para formar el nuevo imperio autoritario. Y para que quede claro estos días se ha celebrado en Moscú el llamado Congreso de los Pueblos Hermanos Eslavos.

Fue inaugurado por el presidente de la cámara baja del parlamento ruso, Guennady Sieliezniov, y recibió mensajes de felicitación del mismo Putin y de su colega bielorruso, Alexánder Lukashenko, quien ya ha hecho su aporte a la reconstrucción del imperio firmando la unión con Rusia.

La voluntad popular, sin duda ninguna, es un fenómeno respetable, pero a veces no se manifiesta de forma tan activa como lo desean sus “servidores”. Para que los pueblos demuestren más entusiasmo con la idea del imperio ha sido mobilizada, además de comunistas y nacionalistas, la iglesia ortodoxa rusa. Varios jerarcas ortodoxos participaron en el Congreso y hasta bendicieron a sus participantes. Por su parte, Sieliezniov, comunista y ateo, no escatimó palabras para elogiar la iglesia y los méritos personales de su santidad el patriarca, Alexy II. Hasta citó al santo ruso del siglo XIV, Sergio Radoniezski, que pregonizaba la unidad del pueblo frente a los enemigos exteriores. Y es que las contradicciones ideológicas desaparecen ante la gran tarea de restaurar el imperio.

Sieliezniov destacó también el “peligro” que corren los pueblos hermanos en el mundo de hoy, en especial el pueblo de Ucrania, donde las “fuerzas del mal” promueven conflictos internos e intentan revelarse contra la “voluntad histórica” del pueblo. La solución de todos los males, por supuesto, es volver bajo el patrocinio de la “madre Rusia”.

El problema es que Ucrania no es un trozo tan fácil de digerir en el estómago de Putin como ha sido Bielorrusia. Además de organizar todo tipo de espectáculos políticos como el mencionado congreso, tendrá que esforzarse más para hacerse con esta república donde los partidos nacionalistas y democráticos no están dispuestos a someterse al dictado de Moscú. Las presiones políticas desde Moscú, el papel subversivo del partido comunista ucraniano (una especie de quinta columna), el tema del gas y del petróleo son algunos de los factores que deben garantizar el éxito de los planes putinienses.

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