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Víctor Cheretski

Sangre y dinero

El conflicto bélico en Chechenia está lejos de terminar pese a las promesas del gobierno ruso ante la opinión pública mundial. Los combates siguen, igual que la violación de derechos humanos, en este rincón perdido del Cáucaso. Pero resulta que este conflicto, que ya ha causado decenas de miles de víctimas, especialmente civiles, es también un lucrativo negocio. La guerra, que se ha convertido en una verdadera tragedia tanto para los rusos como para los chechenos, permite enriquecerse a unos indivíduos sin escrúpulos.

He aquí un ejemplo. La Fiscalía General rusa recibió recientemente una denuncia del Tribunal de Cuentas que revisó la utilización de fondos públicos destinados a reconstruir Chechenia, arruinada por la guerra. Los resultados que obtuvieron los auditores no parecen nada tranquilizadores. Resulta que Moscú dedicó este año a Chechenia unos 50 millones de dólares (9.300 millones de pesetas). Una décima parte de este dinero ni siquiera llegó a la zona y, al parecer, desapareció en la mismísima capital rusa. El resto fue robado en Chechenia, ya que, según el presidente del Tribunal de Cuentas, Serguey Stepashin, “ni un rublo fue invertido en la reconstrucción”.

Esta desaparición de fondos públicos no es un fenómeno nuevo. La misma suerte han tenido otros millones de dólares destinados a la zona rebelde entre 1995 y 1996. Según los responsables de aquel entonces, fueron invertidos en viviendas, empresas y caminos, “destruidos posteriormente por la guerrilla”. Pero la verdad es que nadie construyó nada en Chechenia en los últimos diez años.

Se conocen de sobra los nombres de los caciques locales que se apoderan de los fondos destinados a la sufrida zona. Uno de ellos es el líder pro-ruso Bislán Gantamirov, antiguo alcalde de la capital chechena, Grozni. A mediados de los noventa fue condenado a 6 años de cárcel por corrupción y amnistiado posteriormente por su “lealtad a Moscú”. Actualmente es jefe adjunto de la administración provincial de Chechenia. Muchos otros funcionarios, rusos y chechenos, se hicieron en estos años con villas de lujo, limusinas y grandes negocios basados en el “dinero de la guerra”. A la hora de desviar los fondos públicos los “chorizos” rusos y chechenos actúan en plena armonía.

No fue fácil la misión de control de Stepashin en Chechenia. Su grupo, atacado en varias ocasiones por las bandas locales muy poco interesadas en el éxito de la misión del Tribunal de Cuentas, perdió a dos hombres. Pero ésto no le ha desanimado. Al denunciar el último caso de desaparición de fondos, dijo que es imposible “pacificar” a los chechenos sólo con “kaláshnikov”: hay que reconstruir esta tierra para que los refugiados puedan volver.

Todo esto puede parecer un círculo vicioso, porque la mayoría de los responsables rusos piensa que no hay manera de invertir en Chechenia mientras duren los combates. Según ellos, es el caos de la guerra lo que está en el origen de la corrupción.

Y así, cientos de miles de chechenos pasan este invierno en tiendas de campaña acogidos en campamentos de refugiados: sin calefacción, sin comida caliente, sin medicamentos. No pueden regresar a sus casas arrasadas por el conflicto. Los fondos rusos dedicados a ellos, así como la gran ayuda internacional -toneladas de productos alimenticios, medicamentos y ropa- “se pierden” por el largo camino hacia el Cáucaso. Según fuentes periodísticas, las mafias que se apoderan de esta ayuda la venden en otros sitios de Rusia.

Un representante del Kremlin declaró recientemente a una delegación europea, aterrorizada por la situación en los campamentos, que los refugiados deben “estar contentos” con lo que tienen. “Son familiares de terroristas y no nos mataremos en ayudarles más de lo que merecen”, dijo.

Pero, en Chechenia, denominada “pozo negro” de Rusia, no se trata sólo de robar a los “familiares de terroristas”. Los soldados rusos que luchan contra estos “terroristas” tampoco cobran sus salarios. Intentan protestar y hasta se amotinan, como sucedió en la ciudad sureña de Rostov-Don. Pero nunca obtienen lo que les debe el Ejército.

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