El premio Nobel, Alexánder Isáevich Solyenitsin, acaba de cumplir 85 años. Este Patriarca de las letras rusas y de la lucha anticomunista permanece al pie del cañón, sigue en la literatura y en la política activa a pesar de su avanzada edad. Lo de “cañón” lo decimos porque durante la segunda guerra mundial fue capitán de artillería y posteriormente con sus libros bombardeaba el bolchevismo más que cualquier otro adversario de aquel régimen.
Hoy en día, Solyenitsin, con todo su talento y con toda su pasión, sigue luchando por el futuro de su país. El Patriarca está encantado con el presidente Putin. Con lágrimas de alegría proclamó a los medios que el actual presidente es el “salvador de la patria”, un “poseedor de la mente viva”, un “nuevo Stolipin” (gran reformista de los tiempos zaristas de hace un siglo). Hay que apoyarle al mandatario en todo, especialmente, en su empeño por acabar con los últimos elementos democráticos que todavía existen en el país. Hay que establecer un régimen totalitario de una vez para siempre.
No estamos bromeando. Solyenitsin nunca ha sido demócrata. Ha sido y sigue siendo anti-comunista, pero su ideal político es un poder autoritario basado en los principios elaborados por los ultra-nacionalistas rusos del siglo XIX. Son tres estos principios: monarquía absolutista, ortodoxia y adhesión a los intereses del pueblo. No obstante, Solyenitsin no insiste mucho en la monarquía ya que el poder del presidente también puede ser absoluto.
El Patriarca saludó los resultados de las últimos elecciones parlamentarias, especialmente la derrota de los demócratas. Solicita a su adorado presidente medidas más duras contra los enemigos de la Madre-Rusia. Por supuesto, se trata de los chechenos. Para ellos pide pena capital; para los “nuevos ricos” rusos: cárceles; para los judíos: “repatriación” a Israel. Y es que Solyenitsin es un antisemita perdido. Sus recientes artículos donde intenta a solucionar el “problema judío” provocaron escándalo público.
No obstante, y a pesar de todas estas contradicciones, el Patriarca es uno de los hombres más destacados de nuestro tiempo. Un hombre honesto, sin miedo, de firmes principios, dispuesto a sacrificarse por sus ideas. Es de recordar su brillante postura tras su regreso hace unos diez años a Rusia. El presidente Yeltsin intentó condecorarle para aprovecharse de su autoridad e influencia. El Patriarca rechazó este tipo de soborno encubierto y le espetó en la cara del sátrapa alcoholizado y perverso todo lo que pensaba de él. No le perdonó la ruina del país y la miseria de los rusos. Le intentaron tapar la boca igual que en los tiempos bolcheviques. No lo consigueron.
Así que Soyenitsin, a pesar de su extraña ideología, seguirá siendo un genio para las futuras generaciones. Lo será igual que otro genio ruso, Leon Tolstoy, un escritor muy distinto pero también con una ideología muy rara. Porque las ideologías pasan y se olvidan mientras que los libros escritos en la mejor tradición del humanismo ruso quedan para siempre.