Menú
Víctor Cheretski

Un Nobel antisemita

El destacado defensor de los derechos humanos y refugiado político de la época comunista, Víctor Fedoseev, acusó a mediados de los años 70 al premio Nobel de Literatura, Alexánder Solzenitsin, de ser antisemita. Solzenitsin acababa, en aquel entonces, de refugiarse en Estados Unidos donde fue recibido como abanderado de la lucha de los demócratas rusos contra el régimen totalitario. En un artículo aparecido en un medio público estadounidense, Fedoseev aseguraba que Solzenitsin, antidemócrata, nacionalista y antisemita, no podía considerarse como el líder espiritual de la resistencia rusa a pesar de todo su anticomunismo. Total, Fedoseev no descubrió nada nuevo. Los intelectuales rusos, tanto dentro como fuera del país, conocían de sobra al escritor y nunca tuvieron dudas respeto a su ideología.

No obstante, las revelaciones de Fedoseev no gustaron nada al presumido autor del “Archipiélago GULAG” que se consideraba “padre del movimiento antibolchevique”. Escribió una carta al presidente de Estados Unidos pidiendo la cabeza de Fedoseev a quien acusó de ser un “agente comunista”. Washington, al parecer, no quiso meterse en los asuntos internos de la disidencia rusa y no reaccionó ante las protestas del Premio Nobel. Esta historia viene al caso ahora que se acaba de publicar en Moscú el último libro de Solzenitsin, titulado “Doscientos años juntos” y dedicado al “problema judío” en Rusia antes de la revolución bolchevique. El autor justifica las “restricciones” a las que fueron sometidos los tres millones de judíos que residían en el imperio ruso. Resulta que eran “buenas” las medidas que, por ejemplo, les restringían el acceso a la enseñanza, la posibilidad de vivir en grandes ciudades y poseer bienes inmuebles.

También “buenos” eran los “pogrom” del comienzo del siglo XX en los que murieron miles de judíos. Solzenitsin los justifica citando los testimonios de policías zaristas que se quejaban de que los judíos no eran “suficientemente respetuosos” con los rusos y por eso merecían un castigo. El autor manifiesta su “comprensión” por la política del “antisemitismo estatal” del emperador Alexander III y publica sin comentarios las palabras de ultrareaccionarios rusos que acusaban a los judíos de beber sangre de los cristianos recien nacidos y de participar, lo que es más grave, en el naciente movimiento por las libertades democráticas.

Pero lo peor de todo es que Solzenitsin no tiene ninguna duda de que el “problema judío” siempre ha existido en Rusia. Mientras tanto, lo que ha existido y existe es el fenómeno del antisemitismo que refleja el empeño de la clase dominante, independientemente de su ideología, de justificar los problemas del país por la “nefasta” presencia de los judíos. Y eso nos hace recordar a otros teóricos del “problema judío”: los nazis alemanes de los años 30. Aunque, para ser objetivos, digamos que el Premio Nobel no busca, por lo menos, la “solución final” de este problema. Hay que mencionar también que Solzenitsin se siente como pez en el agua en la Rusia de Putin. Aplaude la opción nacionalista del presidente y su empeño en restablecer un régimen totalitario. Saluda, en especial, la lucha contra los “oligarcas” judíos y la prensa libre considerada como “projudía”. Pide más dureza en la guerra contra los chechenos y hasta solicita el restablecimiento de la pena de muerte para los “bandidos caucasianos”. Y, como no, ataca a Occidente y a sus normas de vida que tuvo que “aguantar” durante los 20 años de su exilio.

En Internacional

    0
    comentarios