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Víctor Cheretski

y 3. Burocracia en acción

En Occidente se habla bastante de la “famosa” burocracia postbolchevique rusa, especialmente en relación con las calamidades que pasan los empresarios extranjeros que se atreven a establecer vínculos comerciales con este país. Pero todo eso son juegos de niños comparado con el infierno burocrático al que se enfrentan diariamente los propios rusos. Los ejemplos abundan.

Así el presidente Putin decidió, hace poco, cambiar, doce años después de la desaparición de la Unión Soviética, los antiguos DNI (o pasaportes internos) soviéticos por los nuevos de la Federación Rusa. El plazo de cambio es restringido, o sea, para el próximo mes de octubre todos los rusos deben tener los DNI nuevos. Y quienes no los tengan serán sometidos a todo tipo de represalias: detenciones, multas, juicios y un largo etc, ya que a la hora de castigar a sus ciudadanos la maquinaria estatal rusa siempre ha trabajado como un reloj suizo.

Los rusos, sumisos desde infancia por una disciplina férrea, se apresuran a cumplir con su “deber ciudadano” de turno. Millones de ellos que viven y trabajan en el extranjero, por la profunda crisis económica y social en Rusia, se dirigen a su patria para cambiar el dichoso DNI. Pero resulta que no es tan fácil “cumplir con su deber”. Uno tiene que presentar un montón de papeles oficiales que confirman, primero, su identidad y, segundo, el lugar exacto de la residencia permanente. Además el proceso de cambio dura de dos a tres meses. Se puede “acelerar” el proceso sobornando a los funcionarios. Pero, además de no ser tan sencillo, resulta bastante peligroso, ya que el cambio de DNI lo realizan las comisarías de policía. La única solución es dirigirse a los mafiosos locales, auténticos dueños de la vida de los rusos, para que te “organicen un enchufe” en la policía. Así podrás sobornar a uno u otro funcionario y obtener el deseado DNI en dos semanas o un mes.

El papel de la mafia es primordial en todas las relaciones de los rusos con los órganos de poder. No hay otra forma de superar los tramites burocráticos que recurrir a la mediación de la mafia. Por ejemplo, en las ciudades rusas, en especial en Moscú, se conserva el viejo invento del padre Stalin: la “propiska” o permiso de residencia interna. En su día permitió al viejo dictador controlar cualquier movimiento de sus súbditos. La conservan, al parecer, con el mismo propósito, los dirigentes “democráticos” de Rusia.

No es ningún secreto que cualquier nigeriano llegado a las costas españolas en patera tiene más posibilidades de obtener la residencia legal en España que un ruso de provincia que quiera vivir en Moscú. El asunto de la “propiska” es “sagrado” y está en manos de los altos oficiales de la policía. El camino hacia los despachos de estos funcionarios pasa por los contactos previos con la mafia que investiga tus posibilidades económicas antes de “recomendarte” a un alto cargo policial.

Sin el debido enchufe, los trámites de la “propiska” son prácticamente insuperables hasta para quienes tienen derecho legal a residir en la capital, por ejemplo, en caso de reagrupación familiar, etc. Y es que el sistema burocrático postbolchevique prevé varias trampas para quienes pretenden gozar de sus derechos elementales, o sea, obtener de forma gratuita los servicios que presta cualquier Estado a sus ciudadanos. Por ejemplo, en la comisaría nadie te puede informar sobre los papeles que necesitas para obtener la residencia. Esta información, el nombre exacto de unos 20 certificados y otros documentos, la posee sólo el coronel, jefe de la comisaría, que, por supuesto, siempre está ocupado. Si consigues entrar en su despacho, tras varios días de espera, sin enchufe, te tratará como a un delincuente. Además, como la lista de papeles necesarios nunca ha sido publicada, te puede solicitar cualquier cosa, hasta la partida de nacimiento de tu abuela fallecida hace 30 años. Así que cualquier “romántico” ruso que empieza los trámites por su propia cuenta termina pagando a la policía por mediación de algún u otro mafioso.

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