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Víctor Cheretski

Yeltsin, demócrata contra su voluntad

Un grupo de antiguos consejeros e íntimos colaboradores de la anterior presidencia rusa acaba de publicar en Moscú un libro titulado “La época de Yeltsin”. Yuri Baturin, Alexánder Livshits, Gueorgui Satarov y Liudmila Pijoya, que trabajaron más de diez años junto al ex-presidente ruso, Boris Nikoláyevich Yeltsin, hacen en sus memorias unas revelaciones que pueden cambiar la imagen de este personaje político en Rusia y en el mundo entero.

El que siempre pretendía ser “padre de la democracia en Rusia”, en realidad y según los autores, siempre ha sido “un demócrata contra su propia voluntad”. La única cosa que le motivó para fingir su adhesión a los principios democráticos fue el deseo de poder. En realidad, destaca el libro, Yeltsin ha sido toda su vida partidario de un régimen totalitario. Siendo secretario del Partido Comunista en la región de los Urales, en los años 70-80, hasta censuraba por su propia iniciativa las obras teatrales que atentaban, según él, contra la ideología comunista. Luego apoyó con toda su alma las medidas represivas, puramente estalinistas, que tomaba el entonces líder del Estado soviético, Yuri Andrópov.

Yeltsin tuvo que “desempeñar” el papel de demócrata en su lucha contra el último líder soviético y premio Nobel de la Paz, Mijail Gorbachov. El libro describe con detalles el odio patológico que experimentaba Yeltsin por el liberal padre de la “perestroika” rusa. Hasta consultaba con sus colaboradores para causarle algún daño o humillarle.

Estos mismos colaboradores describen a su antiguo jefe como una persona desequilibrada y hasta capaz de intentar suicidarse cuando tenía depresión. En uno de esos momentos, se clavó las tijeras para quitarse la vida. Fue en noviembre de 1987, cuando recibió duras críticas de los miembros del Buró Político del PC por su gestión arbitraria de la organización comunista de Moscú. Yeltsin, entre otras cosas, echaba a la calle sin ninguna razón a altos cargos municipales y del partido y los sustituía por sus paisanos de los Urales. El intento de suicidio se produjo horas antes de una reunión clave en el Comité Central que debía poner fin a la carrera política de Yeltsin por abuso de poder. Gorbachov ordenó personalmente silenciar este incidente para no desprestigiar su gobierno ante la opinión pública mundial.

Además del uso constante y sin medida de bebidas alcohólicas, Yeltsin tomaba todo tipo de sedantes y medicinas antidepresivas. Por eso en muchas ocasiones aparecía hinchado, reaccionaba muy mal y casi no se entendía lo que decía.

No obstante, los autores del libro consideran que Yeltsin es un “genio de táctica política” y tiene una gran capacidad de supervivencia. Sus métodos eran primitivos, pero eficaces. Así, en el crucial año 1991, cuando disputaba el liderazgo del país a su enemigo mortal Gorbachov, pasó muchos días y noches bebiendo vodka con los altos mandos militares para hacerse con su apoyo.

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