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Víctor Gago

Confesiones en una pista de baile

Es cuando del éxtasis del poder sale el brillo de la cordura, con la naturalidad con que de un toro de Chagall sale un ángel. El poder absoluto ennoblece absolutamente

Es cuando se para la música un segundo y todos dicen: "¡Duro, DJ!" para que vuelva a soltarla a full. Cuando levantan las manos para decir "Sí", con carteles que dicen claramente "Sí" pero es como si lo implorasen. Justo ese momento en que afirmar y suplicar son la misma cosa.  Sí, sí, sí, venga, venga, venga, dale, dale, dale. Es cuando del éxtasis del poder sale el brillo de la cordura, con la naturalidad con que de un toro de Chagall sale un ángel. El poder absoluto ennoblece absolutamente. Es cuando el DJ los atraviesa a todos con su rayo láser y prende en cada concejal y cada ministro una bengala de amor a España, no al modo de Vallejo: "¡Niños del mundo, está la madre España con su vientre a cuestas!", sino al modo de Pitbull: "Pero mira que tú estás buena / pero mira que tú estás dura..."

Me estoy refiriendo a ese punto de dominio en el que España baila agarrada al PP y parece que está viva y dura, como en esos concursos extremos durante la Gran Depresión, en los que las parejas bailaban y bailaban hasta que uno de los dos caía y el otro lo arrastraba por la pista para no ser expulsado.

Es cuando las ideas no merecen el poder ni cambian el mundo, contrariamente a lo que pensaban los modernos, pero a cambio, el poder merece la santidad, una de esa clase que permite mirar fijamente las "sienes cóncavas" de una generación, igual que David Foster Wallace miraba fijamente las declaraciones de Hacienda, y entrar en el más puro éxtasis. Es cuando todos aclaman todo, asienten todo, ríen por todo, subidos al ritmo y sordos de lo demás. Tener momentos sublimes vale más que tener ideas correctas y seguir el ritmo, más que escuchar.

El realismo y el amor-odio a Europa, que don Ramón Menéndez Pidal señaló como las notas sobresalientes de nuestro ser e imaginar, han dejado paso a la magia y la música trance. Los tambores y su unánime chunda chunda bombean el riego cerebral de la democracia. Cada prócer es un bárbaro y un artista. "Como un bárbaro coloreo tu rostro / noche y día te bendigo". Vayan sin falta al Thyssen a ver el mundo nuevo de Chagall después de ver por televisión la pista de baile del PP, donde todos buscan a Mariano Rajoy, como los leprosos y los enfermos Le buscaban en Marcos 1,37. DJ mío, mío trance: ¡Fuego a los calderos y duro con los tambores! Un poco de color al ritmo de la noche, nuestra noche.

En España

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