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Víctor Llano

A la atención del alcalde de Salamanca

No sé si Castro asistirá a no la patraña de Salamanca –por mi propia salud mental confío en que no lo haga– pero si por fin decide visitarnos, pronto veremos a todos estos personajes tratarle como si fuera un estadista y no como a un asesino en serie

Poco después de que el embajador de España en Cuba recibiera –de muy mala gana, muerto de miedo y casi en secreto– a un grupo de activistas de los derechos humanos, Javier Sandomingo, director general de Política Exterior para Iberoamérica, se reunió en Madrid con algunos representantes del exilio. El Gobierno español trata de que se olvide lo que no se puede olvidar, y es su traición a los que pacíficamente se enfrentan a la tiranía castrista. España es el país de Europa que más obligación tiene de defender a los descendientes de españoles que sufren la barbarie comunista; sin embargo, abandera hoy la rendición de la Unión Europea ante un régimen que desde entonces ha encarcelado a muchos más disidentes de los que ha permitido pasar de la prisión chica a la prisión grande. Es más, desde que Castro cuenta con el apoyo de Zapatero, en Cuba se han multiplicado los actos de repudio contra todos aquellos que se ocupen de algo más que no sea de sobrevivir.
 
Me cuentan que Miguel Ángel Moratinos celebra la eucaristía casi todos los domingos. En cualquier caso, sea o no cierto, sin duda le consta que mentir en asuntos tan graves no es lo que se espera de un político que presume de defender los derechos de los más desprotegidos, y el ministro de Asuntos Exteriores miente cuando asegura que su traición ha servido de algo a las víctimas de su aliado. Castro es un poco más fuerte desde que Zapatero les nombró ministros a él y al devoto de la Virgen de Cortes. Nunca se invitó a su ejército a pasearse por Madrid hasta que el hoy responsable de Defensa tuvo a bien ofrecer el aplauso de los madrileños a los carceleros de millones de descendientes de españoles. Es todo tan siniestro que casi no merece la pena comentarlo. Sólo cabe esperar que un día los que les votaron retiren la confianza que depositaron en los amigos del Monstruo de Birán 72 horas después de que no se sabe quiénes asesinaran a 192 personas. Por cierto, se supone que Don José Bono cuenta con asesores expertos en todo tipo de explosivos militares, ¿por qué en vez de humillarnos a todos invitando a las tropas castristas a desfilar en Madrid, no nos informa de qué fue lo que sirvió para cometer la peor de las matanzas que hemos sufrido en Europa y que tanto ayudó a su carrera política?
 
No sé si Castro asistirá a no la patraña de Salamanca –por mi propia salud mental confío en que no lo haga– pero si por fin decide visitarnos, pronto veremos a todos estos personajes tratarle como si fuera un estadista y no como a un asesino en serie. Tengo cierta curiosidad por ver la actitud que adoptará el Jefe del Estado. Las Damas de Blanco –un grupo de esposas, madres y hermanas de presos de conciencia cubanos– le han rogado que le pida a su verdugo que torture un poco menos a sus maridos, hijos y hermanos. Tal vez algún día alguien recordará en España el heroísmo de las mujeres cubanas, pero mucho me temo que no será en Salamanca. No es el momento apropiado. Nunca lo es para los que desprecian el sufrimiento ajeno. Con un poco de suerte y, tal vez a los postres, un comensal le sugerirá a Esteban Dido que entendería como un favor personal que excarcela a alguno de los cien mil presos que se mueren en sus cárceles, pero de nada servirá, Castro –que odia todo tipo de belleza– no le prestará atención, distraído, dedicará la sobremesa a disfrutar imaginando todo lo que podría destruir en Salamanca. El alcalde de la bellísima ciudad castellana ya se demora en cubrir sus hermosos edificios.

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