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Víctor Llano

El silencio de las buenas personas

Con muy pocos medios y sin ninguna ayuda oficial, varias organizaciones del exilio cubano inician en Madrid una campaña itinerante con intención de sensibilizar a los españoles ante los crímenes del régimen de Fidel Castro. Todos los que desde este jueves y hasta el próximo sábado se acerquen a la puerta de la Biblioteca Nacional pueden firmar en contra de la tiranía castrista y leer los nombres de 10.000 cubanos asesinados desde el mes de enero de 1959. Muchos de ellos hijos de españoles. Después de Estados Unidos, es España el país en donde residen más víctimas de Castro. Sin embargo, son siempre los mismos, muy pocos y la mayoría de ellos de avanzada edad, los cubanos que participan en actos convocados para denunciar los crímenes de la tiranía. Por desgracia, Esteban Dido ha logrado infiltrar, dividir y calumniar con éxito a un exilio que después de 45 años aún predica en el desierto.
 
En cualquier caso, no es sólo la mafia comunista la culpable de la soledad y el desinterés que rodea a los que huyeron de la Isla de los cien mil presos y de las doscientas cárceles. Gran parte de culpa les corresponde a los propios cubanos que, en muchos casos enfrentados e instalados en protagonismos absurdos y en toda clase de intrigas y sospechas, han sido incapaces de lograr una mínima unidad para desde ella luchar contra lo que Martin Luther King calificó como “el escandaloso silencio de las buenas personas”. Es cierto que el coma-andante cuenta aún con numerosos admiradores que desde su odio a EE.UU justifican sus crímenes; sin embargo, este hecho no puede justificar el fracaso del exilo cubano en España. Y es que de ningún modo los cubanos pueden rogar que se les reconozca su condición de víctimas y al mismo tiempo negarse a denunciar a su verdugo y viajar a la Prisión-grande y abastecer de divisas a la tiranía. Una cosa o la otra. O son víctimas o no lo son.
 
Nadie puede reprocharles que envíen algunos dólares a sus familiares rehenes en Cuba. Pero lo que no tiene justificación alguna es que insistan en viajar a la cárcel de la que huyeron para disfrutar de los placeres que la mafia comunista ofrece sólo a los extranjeros. Las víctimas se suponen que no vuelven a donde fueron torturadas. Es por volver de vacaciones y con dólares por lo que no quieren que los agentes de Castro les vean manifestándose en contra de la tiranía. Si se significaran políticamente el consulado cubano les negaría la visa para volar a la Isla. Cuba es el único país del mundo que exige un permiso a sus propios ciudadanos para regresar a su propio país.
 
Una de las pocas personas que ha podido volver definitivamente es Gutiérrez Menoyo. Extraño sujeto que se hace pasar por disidente y al que Zapatero invitó al Congreso que le elevó a los altares socialistas. Menoyo –agente de Castro y amigo de Felipe González- no tuvo problema alguno para entrar en Madrid una semana después de que la tiranía castrista y el gobierno español rechazaran a dos niñas cubanas que hoy se mueren de tristeza en Cabo Verde. Soñaron con encontrase con su madre en España, sin embargo, y, cuando creyeron que estaban a punto de conseguirlo, ni siquiera les permitieron verla un momento en los quince días que las tuvieron encerradas en el aeropuerto de Barajas. Su madre nos ha dicho que no entienden nada de lo que están sufriendo.
 
Tal vez cuando Castro conceda el plácet a Carlos Alonso Zaldívar, el ya entonces nuevo embajador de CurroDesatinosen la Prisión-grande, pueda interesarse por la suerte, la mala suerte de las dos niñas cubanas que nadie quiso. Por cierto, nos han dicho queIsabelita se va. Tanto Cuba como España cambian de embajador. Antes de regresar a la finca de su señorito, Isabel Allende se cuidará mucho de pasear por el Paseo de Recoletos. No quiere saber nada de los 10.000 cubanos que asesinó el régimen que ella representa. Tampoco Rosa Regás -hoy directora de la Biblioteca Nacional y devota de Fidel Castro- bajará las escaleras que la conducen a su despacho para leer los nombres de sólo algunas de las muchas víctimas de laroboluciónque tanto admira y que encarceló a decenas de bibliotecarios independientes.

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