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Víctor Llano

Proxenetas de niños

No podemos saber cuándo desaparecerá la tiranía, lo que por desgracia sí podemos esperar es que pasarán muchos años antes de que cientos de miles de cubanos recuperen los principios y los valores que la miseria y la falta de esperanza les arrebató.

Fidel Castro simula advertir a su hermano Raúl del peligro de conceder todas las demandas de "los pajaritos" que vuelan. Puro teatro. A los dos les consta que los únicos que vuelan en Cuba son los adolescentes que abandonan las escuelas para ofrecer su cuerpo y parte de su alma infantil al mejor postor. Ni siquiera los más afectos a la barbarie pueden negar que en los escombros que rodean las más de doscientas cárceles se prostituyen los niños del hambre y de la desesperación. Es lo que ocurre cuando se les enseña a admirar a un asesino en serie. Con semejante modelo nadie puede sorprenderse de que miles de los niños que no han podido escapar de la Isla Cárcel se conformen con acabar en brazos de un miserable sin escrúpulos capaz de disfrutar gracias a su sufrimiento.

No podemos saber cuándo desaparecerá la tiranía, lo que por desgracia sí podemos esperar es que pasarán muchos años antes de que cientos de miles de cubanos recuperen los principios y los valores que la miseria y la falta de esperanza les arrebató. Como pueden ver en este vídeo grabado con cámara oculta, son sus maestros y los perros del amo que en Cuba fingen ser policías los que a cambio de unos pocos dólares dejan a los niños cubanos en brazos de turistas más que enfermos, podridos moralmente. Desde España sólo se puede sentir tristeza e impotencia cuando te cuentan que en una escuela semejante a la que un día estudiaste, y con la ayuda de los que tendrían que educarles, se reclutan a los que han de prostituirse para que los hijos, nietos y biznietos de sus chulos puedan estudiar y crear empresas en Europa.

Por fortuna, no todos los maestros cubanos son de la calaña de los que aparecen en el vídeo que han podido ver. En Madrid conocí a uno que no consintió en servirse del sufrimiento ajeno. Al contrario que elcomemierdaque en contra de toda esperanza pretendió enseñarme a ser como Guevara, el maestro que entrevisté en Madrid no vendió su alma al diablo.Jamás olvidaré su testimonio. No volví a saber de él, pero estoy convencido de que por muy mal que le vaya no se arrepentirá. No sé qué fue de la hija del tipo que me vendía la grandeza de un psicópata ambicioso, pero me consta que la suya no se prostituyó en un lupanar castrista

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