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Víctor Llano

Sólo las cárceles no se les caen

Necesitan que les ayuden y tratan de ayudarles. Lo que ocurre es que son sus verdugos los que han de repartir el auxilio que aterriza en La Habana. Socorro que racionarán a su conveniencia. Para lo que primero servirá es para apuntalar alguna mazmorra.

Cuba se viene un poco más abajo y culpan a los huracanes. Mienten. Se cae porque sólo construyeron cárceles y únicamente invirtieron en su mantenimiento. No se les caerá ni una sola prisión. Gracias a ellas sobreviven. Si ya antes sus víctimas resistían en la miseria ahora les costará mucho más resolver para alcanzar antes de dormir un bocado que llevarse a la boca. Necesitan que les ayuden y tratan de ayudarles. Lo que ocurre es que son sus verdugos los que han de repartir el auxilio que aterriza en La Habana. Socorro que racionarán a su conveniencia. Para lo que primero servirá es para apuntalar alguna mazmorra.

Castro destruyó La Habana porque odia la belleza. Desprecia todo lo que su naturaleza le impide disfrutar. Y está de enhorabuena. Ahora, gracias a los ciclones, cuenta con un nuevo pretexto para justificar su fracaso. Simula que le preocupan lo que no dejaron los huracanes, pero su mente está en Venezuela y en Bolivia. Ya le habrá pedido a su hermano que busque una nueva ruta para transportar cocaína a la potencia enemiga. Mientras tanto, se acerca a la ventana y disfruta viendo a sus víctimas sufrir y maldecir a la lluvia y a los vientos.  La vida, la mala vida, le ha permitido deleitarse una vez más con el sufrimiento ajeno.

Los ciclones juegan en el equipo de Fidel Castro. Los atrajeron los chándales que lo que le queda de estómago no le permite desterrar en un armario. Sin hambre, sin carencia de medicinas y sin vivir entre escombros, sus víctimas podrían soñar con una libertad que no les expusiera a los tiburones. Pero cuando se tiene que dedicar todas las horas de todos los días a tratar de encontrar un antibiótico o un trozo de pan para que tu hijo amanezca mañana, es muy difícil pensar en cómo alcanzar la fuerza suficiente que te permita luchar por ser libre. A su verdugo le consta, por eso disfruta con los huracanes.

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