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Walter Williams

El socialismo es maligno

Cuando Dios le entregó a Moisés el Mandamiento "No robarás", estoy seguro que no le dijo "exceptuando que la mayoría lo pida".

¿Qué es el socialismo? Según la doctrina marxista, el socialismo es una etapa de la sociedad entre el capitalismo y el comunismo, donde el control sobre la propiedad privada queda eliminado. La esencia del socialismo es el debilitamiento de los derechos de propiedad que luego desaparecerán. Los ataques a la propiedad privada incluyen, pero no se limitan, a la confiscación de la propiedad de una persona para traspasarla a otro, a quien no le pertenece. Cuando eso se hace a nivel personal lo llamamos robo. Cuando se hace de manera colectiva se utilizan eufemismos: transferencias o redistribución de ingresos. No son sólo los izquierdistas y miembros del Partido Demócrata quienes claman y admiran el socialismo, muchos derechistas y miembros del Partido Republicano también.
 
Los republicanos y derechistas apoyan el despojo de los ingresos de un ciudadano para traspasarlas a agricultores, banqueros o líneas aéreas. Los demócratas e izquierdistas apoyan el despojo de las ganancias de un ciudadano para traspasarlas a los pobres, a las ciudades y a los artistas. Ambos apoyan quitarle a uno para darlo a otro; difieren sólo en cuanto al receptor. Este tipo de actividad legislativa constituye no menos de dos terceras partes del presupuesto federal.
 
Cualquiera que sea el propósito, tal comportamiento es inmoral. Es un tipo reducido de esclavitud. Después de todo, ¿qué es la esclavitud? La esclavitud es la utilización de la fuerza para obligar a alguien a hacer lo que otro quiere que haga. Cuando el Congreso, a través de los impuestos, toma las ganancias de uno para transferirlas a otra persona como medicinas, seguridad social, cupones de alimentos, subsidios agrícolas o a las líneas aéreas para que estas no quiebren, se está forzando a una persona a servir los propósitos de otra.
 
La inmoralidad salta a la vista cuando tales programas del Congreso no implican que los congresistas metan las manos en sus propios bolsillos, sino que lo hacen en los bolsillos nuestros. En la capital no hay hadas madrinas ni tienen a San Nicolás dándoles dinero. El hecho es que el gobierno no tiene recursos propios, por lo que para darle un dólar a un ciudadano tiene primero que quitárselo a otro, a través de coerción y amenazas.
 
Algunos argumentarán que ese es el resultado del proceso democrático y que es legal. La legalidad por sí sola no es una buena guía de moralidad. Muchas cosas en el mundo y a través de la historia han sido legales sin ser morales. La esclavitud fue legal. El apartheid en Sudáfrica, la persecución nazi de los judíos y las purgas de Stalin y de Mao fueron todas legales.
 
¿Se puede argumentar la moralidad de quitarle la propiedad a alguien para traspasarla a otro? No lo creo. Por eso el socialismo es maligno. Utiliza métodos perversos (la coerción) para alcanzar fines considerados buenos (ayudar a la gente). Debemos también aclarar que un acto inherentemente malo no se convierte en bueno simplemente por que una mayoría lo apoya.
 
Pero los argumentos en contra del robo legalizado no deben entenderse como argumentos en contra de ayudar a alguien que necesita ayuda. La caridad es un instinto noble. El robo, legal o ilegal, es despreciable. Es decir, meternos la mano en nuestro bolsillo para ayudar a alguien es un acto noble que merece aplausos, pero meter la mano en el bolsillo de otro para ayudar a un tercero es un acto despreciable.
 
Para los cristianos entre nosotros, el socialismo y el estado benefactor son pecaminosos. Cuando Dios le entregó a Moisés el Mandamiento "No robarás", estoy seguro que no le dijo "exceptuando que la mayoría lo pida". También estoy seguro que si se le preguntamos a Dios si está bien que recibamos propiedades robadas, nos dirá que también es un pecado.
 
© AIPE
 
Walter E. Williams es profesor de economía de la Universidad George Mason y presidente de la directiva de la Fundación Francisco Marroquín.

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