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Walter Williams

La culpa no es del mercado

El número de nuevas regulaciones tenía 72.844 páginas entre 1977 y 1980. Durante la era Reagan, la media bajó a 54.355 páginas; durante los años de Bush I pasó a 59.527, a 71.590 en la era Clinton, y hasta el récord de 75.526 con Bush II.

La gente de los medios de comunicación suele hacer gala frecuentemente de sus escasos conocimientos y fracasa de manera estrepitosa cuando tiene que informar a la opinión pública. Esto se nota especialmente cuando se sugiere que la causa de la crisis financiera actual es la desregulación y el libre mercado.

El profesor David Henderson, del Instituto Hoover, ha escrito sobre la regulación en su artículo ¿Estamos padeciendo un exceso de liberalización? El Registro Federal, que enumera las nuevas regulaciones aprobadas, tenía como promedio 72.844 páginas entre 1977 y 1980. Durante la era Reagan, la media bajó a 54.355 páginas; durante los años de Bush I pasó a 59.527, a 71.590 en la era Clinton, y hasta el récord de 75.526 con Bush II. La plantilla de las agencias públicas de regulación creció un 63%, desde 146.139 funcionarios en 1980 a 238.251 en 2007. En los sectores bancario y financiero, el gasto que se derivaba de las regulaciones entre 1980 y 2007 casi se triplicó, desde 725 millones de dólares a 2.070. Así que yo me pregunto, ¿qué conclusión debemos sacar de los congresistas, tertulianos y periodistas que nos dicen que la crisis financiera es producto de la liberalización? ¿Son ignorantes, estúpidos o es que reciben sobornos?

Un artículo del New York Times de 1999 titulado Fannie Mae facilita el crédito para ayudar al préstamo hipotecario informaba de que "Fannie Mae, la mayor agencia hipotecaria de la nación, se ha visto bajo crecientes presiones por parte de la administración Clinton para ampliar el crédito hipotecario entre los solicitantes de bajos ingresos". La presión era la de la Ley de Reinversión Comunitaria de 1977, a la que se dotó de mayores poderes durante la administración Clinton. Esta norma obligaba a los bancos a realizar préstamos de alto riesgo que de lo contrario no habrían aprobado. Su incumplimiento se traducía en multas y obstáculos para aprobar fusiones y ampliar operaciones.

Durante las sesiones de investigación de la solvencia de Fannie Mae y Freddie Mac, el representante Barney Frank decía que "cuanto más exagera la gente estos problemas, más se presiona a estas empresas para que dejen de prestar y más dificultades vamos a tener para lograr unas viviendas asequibles". Cuando se aprobaron mayores controles y restricciones sobre Fannie Mae y Freddie Mac, el generoso senador Harry Reid decía "aun cuando soy partidario de mejorar la supervisión de nuestros reguladores para garantizar su seguridad y solvencia, no podemos aprobar una legislación que impida a los estadounidenses adquirir viviendas, perjudicando a nuestra economía".

La tercera parte de los 15 billones de dólares en hipotecas vivas a finales de 2008 están titulizadas o garantizadas por Fannie Mae y Freddie Mac; a los inversores de Wall Street no les importó adquirir su deuda porque asumían que estaba avalada por el Gobierno federal: léase un rescate a costa del contribuyente. El desastre inmobiliario de hoy en día tiene su origen en el Congreso y la Casa Blanca.

¿Qué concepto tienen los políticos y los periodistas de la inteligencia de los ciudadanos estadounidenses cuando esperan que nos traguemos la idea de que nuestros problemas actuales son producto de la desregulación y el libre mercado? Yo no lo encuentro demasiado halagador.

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