Menú
Walter Williams

La pretensión del conocimiento

El que el Congreso obligue a construir coches que consuman menos lleva a la producción de automóviles más ligeros, más pequeños y menos preparados para choques, lo que produce muertes innecesarias.

Una de las grandes contribuciones del economista ganador del Nobel Friedrich Hayek fue advertirnos de que debíamos reconocer los límites insalvables al conocimiento humano. ¿Por qué? Ni siquiera las mentes más brillantes podrán nunca tener el conocimiento para dar forma a un sistema económico ajustado por completo a sus gustos. Menos aún el Congreso norteamericano. Pensar que sí podemos representa el culmen de la arrogancia y la pretensión del conocimiento. Los miles de millones sobre miles de millones de interrelaciones entre los elementos humanos y no humanos de un sistema económico desafían la capacidad humana de saber.

Examinemos unas cuantas pretensiones del conocimiento. Bajo la ley de la Seguridad Social, el Congreso obliga a los trabajadores a apartar una porción de sus ganancias para la jubilación. Suponga un individuo de 25 años –llamémosla "Mary"– que gana 40.000 dólares al año. Su impuesto de la Seguridad Social ronda los 2500 dólares. He aquí mi pregunta para usted: ¿Es el mejor uso por su parte de ese dinero apartar a la fuerza 2500 dólares para la jubilación de Mary? Mary podría haber ahorrado e invertido varios años en abrir un pequeño negocio. Podría haberlo dedicado a educación privada o clases de música para su hijo, o cualquier otro número de cosas que podría haberla hecho más rica en el futuro, y probablemente a nuestra nación.

¿Qué hay del mandato del Congreso que obliga a hacer coches que consuman menos? Según un informe del Consejo Nacional de Investigación de la Academia Nacional de Ciencias del 2002, dirigido por el doctor Leonard Evans para el Competitive Enterprise Institute radicado en Washington, los estándares Corporate Average Fuel Economy (CAFE) de consumo de combustible han contribuido con entre 1.000 y 2.600 muertes de tráfico al año. El que el Congreso obligue a construir coches que consuman menos lleva a la producción de automóviles más ligeros, más pequeños y menos preparados para choques, lo que produce muertes innecesarias. A través de la innovación tecnológica y las fuerzas naturales del mercado, los coches ya estaban reduciendo el consumo antes de que los estándares CAFE fueran obligatorios. Pero lo que es más importante, ¿cómo sabe el Congreso si esta pérdida de vidas vale la cantidad de combustible ahorrado? ¿Llegan a saberlo o a preocuparse por el intercambio?

Una parte importante del problema de conocimiento que afronta el Congreso y, a esos efectos, cualquiera de nosotros, se encuentra en lo que se ve y lo que no se ve. En el caso de la Seguridad Social, lo que se ve son los beneficiarios de un cheque mensual. Lo que no se ve son los beneficios que la gente podría haber tenido de no haber sido gravada por la Seguridad Social. Según el National Council for Capital Formation, la Seguridad Social reduce el ahorro privado y, como resultado, el PIB es un 5% inferior al menos del que podría ser. Además, si la gente fuera capaz de utilizar el dinero para planes de jubilación privados, ahorrarían mucho más que la escuálida suma que abona la Seguridad Social. El mismo principio se aplica a los estándares CAFE. Lo que se ve son coches que recorren más millas con la misma cantidad de gasolina. Lo que no se ve, o la conexión que no se hace, son los miles de norteamericanos muertos como resultado de coches menos preparados para impactos fabricados como resultado de las órdenes del Congreso.

Otro ejemplo del problema de lo que se ve y no se ve son los aranceles al acero que en el 2002 aprobó la administración Bush. Los beneficiarios visibles de los aranceles fueron los ejecutivos de la industria del acero, los accionistas y los aproximadamente 1.700 empleos del sector del acero salvados. Según la Consuming Industries Trade Action Association, el que los precios del acero fueran más elevados debido a los aranceles provocó la pérdida de miles de puestos de trabajo en las industrias vinculadas al uso del acero. Puesto que las compañías que utilizaban el acero tenían que pagar precios más elevados, pasaron a ser menos competitivas nacional e internacionalmente.

Cada uno de nosotros afronta el conocimiento y los problemas de lo que se ve y lo que no se ve. Creo que la mayor parte de los norteamericanos se encontraría en una posición mucho mejor a la hora de determinar nuestros propios intereses que los políticos, preocupados sobre todo por la reelección. Al menos espero que ése sea el caso.

En Libre Mercado

    0
    comentarios