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Walter Williams

Una universidad vergonzosa

Estudiantes matriculados en biología celular, matemáticas o arte tienen que aguantar las diatribas del profesor sobre asuntos nada relacionados con la materia, como la globalización, la explotación norteamericana de Oriente Medio, o el presidente Bush.

Muchas de las universidades de Estados Unidos se han convertido en sentinas de adoctrinamiento, intolerancia, deshonestidad académica y un nuevo tipo de racismo. En un discurso de marzo de 1991, el presidente de Yale, Benno Schmidt, advertía de que "los problemas más serios de la libertad de expresión en nuestra sociedad tienen hoy lugar en nuestros campus. La premisa parece ser que el propósito de la educación es inducir opiniones correctas en lugar de buscar el conocimiento y liberar la mente."

Luann Wright, en un artículo titulado Politización perniciosa del mundo académico  publicado en el número de otoño del 2006 de Academic Questions, documenta el adoctrinamiento y la deshonestidad académica tan comunes hoy. He aquí algunos de sus hallazgos:

  • Un profesor de estudios étnicos del Cal State Northridge and Pasadena City College enseña que "el papel de estudiantes y profesores de estudios étnicos es confortar al afligido y afligir a quien se encuentra cómodo".
  • La junta de educación de la UC Santa Barbara envió un correo electrónico al profesorado solicitando que considerasen la opción de incorporar la guerra de Irak en sus clases, sugiriendo que excusasen a los estudiantes del aula con el fin de que asistieran a actos pacifistas y les concedieran puntos extra por escribir sobre ello.
  • Un profesor inglés de la Montclair State University en New Jersey dijo a sus estudiantes que "la derecha defiende el racismo, la explotación y la guerra imperialista".

Otros ejemplos de deshonestidad académica incluyen a profesores que obligan a sus alumnos a escribir cartas a representantes políticos quejándose por los recortes presupuestarios. Estudiantes matriculados en biología celular, matemáticas o arte tienen que aguantar clases que consisten en las diatribas del profesor sobre asuntos nada relacionados con la materia, como la globalización, la explotación norteamericana de Oriente Medio, o el presidente Bush.

Wright es también la fundadora de NoIndoctrination.org, una página web que contiene cientos de informes de parcialidad académica y deshonestidad similares.

Anne D. Neal, presidenta del American Council of Trustees and Alumni, escribió un artículo complementario titulado Defensa política en las aulas. En él afirma que universidades de todo el país han cultivado una atmósfera que permite la anulación de invitaciones a oradores políticamente incorrectos, la docencia politizada, intimidación o incluso represalias contra estudiantes que expresan sus propias opiniones, discriminación política en la contratación y el reconocimiento profesional y códigos de expresión en el campus.

En la mayor parte de los campus universitarios, se adora la diversidad. Las universidades de Harvard, Texas A&M, UC Berkeley, Virginia y muchas otras se jactan de tener funcionarios, decanos y vicerrectores encargados de la diversidad. Muchos profesores defienden, sin absolutamente ninguna prueba que lo respalde, el sinsentido de que una representación racial equilibrada es necesaria para la excelencia académica. Para ellos, lograr esa mezcla racial perfecta exige discriminación.

Diversidad no fue la palabra de moda allá en los años 70, 80 y 90. Diversidad es la respuesta que han dado  las universidades y las empresas a diversos veredictos judiciales que declararon inconstitucional mantener cuotas, objetivos y programas raciales. Las oficinas de la diversidad y la inclusión son simplemente los sustitutos de las antiguas oficinas de igualdad o discriminación positiva. No es más que vino viejo en botella nueva, un vino tan racista como antaño.

En una carta abierta titulada Al rector de mi universidad, Carl Cohen, profesor de filosofía en la Universidad de Michigan, resume que  "la diversidad es algo bueno, pero la afirmación de que la necesitamos tanto como para pasar por encima de las garantías constitucionales de igualdad civil es algo que nos tragamos porque si nos tapamos la nariz y miramos hacia otro lado podemos seguir haciendo lo que nos exige nuestro sentimiento de culpa."

Hasta que padres, donantes y contribuyentes abandonen su falta de disposición a investigar qué se les está vendiendo con el nombre de educación superior, lo que está pasando seguirá sucediendo, y hasta empeorará. Igualmente importante es el reconocimiento del hecho de que las juntas de gobierno de nuestras universidades tienen la responsabilidad última por esta situación, y que han sido sumamente negligentes en su deber.

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