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Zoé Valdés

El desfase

¿Por qué resulta más cómodo para Hollande citar a antiguas dictaduras de derecha y no poner el dedo en la llaga de esa dictadura de izquierda?

¿Por qué resulta más cómodo para Hollande citar a antiguas dictaduras de derecha y no poner el dedo en la llaga de esa dictadura de izquierda?

Cuando se intenta explicar en Francia la actualidad de América Latina la consternación en los rostros es evidente. Primero, en este país se menciona poco el tema, aun cuando el término América Latina fue una invención francesa que reúne a toda la América, excluyendo a los norteamericanos. El autor es Félicité Robert de Lamennais, uno de los fundadores del catolicismo liberal. Se trataba de encontrar el medio para excluir no sólo a Estados Unidos, también a Canadá.

Sin embargo, América es más que esa reducción, en ella debiéramos comprender a América del Norte, donde viven una gran cantidad de emigrantes mexicanos, chicanos, puertorriqueños (nuyorricans que son los puertorriqueños de Nueva York), venezolanos, argentinos, guatemaltecos, bolivianos, y una enorme cantidad de exiliados cubanos desde el año 1959 hasta la fecha, y por supuesto, América del Sur desde el Rio Bravo hasta La Patagonia siguiendo la Cordillera de los Andes, Las Antillas, o sea El Caribe, América Central, ¡cuántas culturas fusionadas!

América ha sido latina a la fuerza, pero no solamente, pues recordemos la multiplicidad de sus culturas con sus respectivos idiomas, dado que se habla español con sus numerosas acepciones y diferencias, de varias lenguas indígenas y dialectos africanos, brasileño (igualmente con sus acepciones y diferencias), el francés y el inglés. Bien, si la complejidad cultural de América resulta todavía hoy un rompecabezas para los franceses, sobre todo para los más jóvenes, imagínense lo que significa explicarles la actualidad política.

El desfase que existe en este país sobre la situación política y social latinoamericana es impresionante, y la mayoría de las veces vergonzosa. En las clases de historia de las escuelas todavía se habla de las dictaduras militares argentinas y chilenas como si estuviesen en la más rabiosa actualidad. Y por supuesto, de la "gloriosa revolución" cubana, que no castrista, cuando desde hace ya más de 54 años en Cuba existe una tiranía militar encabezada por el jubilado Comandante Castro I, que no se acaba de retirar del todo, y por su hermano Castro II, en lo que ha sido la sucesión dinástico-comunista, con la de Corea del Norte, más tolerada de la historia de la humanidad, tanto por la izquierda como por la derecha, y por todos aquellos que sueñan, ese sueño esclavista enmascarado de ‘apertura económica’, con transformar a la antigua Perla del Caribe en la China de Las Antillas, y a Corea del Norte en un principado totalitario, lo que ya es. Patidifusa me quedo cuando oigo a los estudiantes, profesores, de liceos y de universidades de prestigio, seguir todavía con el mismo sonsonete.

Pero el ‘sonsonete’ toma aires de melodía macabra cuando lo escuchamos en las bocas de los políticos que gobiernan el país de los derechos humanos. De tal modo, en la pasada Journée de América Latina celebrado en la Maison de l’Amérique Latine en Paris, el señor Jean-Pierre Bel, presidente de la Asamblea Nacional, argumentó en su bien hilvanado discurso las relaciones cordiales de Francia con esos países "emergentes" (palabreja a la moda en los círculos "in" de la gauche caviar), y sus prometedores proyectos económicos. Entre esos países "sureños" mencionó a Cuba, que se halla situada, es cierto, al sur de América del Norte y de México, pero al Norte de Venezuela, Argentina, Colombia, Brasil, etcétera, y que es, en toda esencia y regla, un país caribeño, antillano, de América Central. También citó como referencia a las antiguas dictaduras militares, ya saben, Videla, Pinochet, excluyendo, por supuesto, a la Hermandad Castrista. En sus palabras, qué duda cabe, la esperada referencia a esos que como él, "fascinés par le destin du Comandante Che Guevara et motivés par la lutte contre Pinochet et Videla, cette histoire a un sens". El Che Guevara, la peor referencia, al que los cubanos llamamos "el asesino de La Cabaña", un argentino al que se toma por cubano; y el olvido recurrente del más grande de todos los cubanos y latinoamericanos, de José Martí, el autor de Nuestra América. Que un señor casado con una cubana lo ignore, no sólo es grave, es vil.

El mismo error, que al ser tan similar no puedo considerarlo un descuido, sino más bien una nefasta estrategia, lo cometió François Hollande en su discurso del 130 aniversario de la Alliance Française, aunque si bien es verdad que no mencionó a Cuba entre los futuros proyectos económicos (¿qué proyectos, qué economía, en un país donde desde hace más de cuarenta años existe una broma en la que a uno le preguntan cómo se dice "miseria" en francés, el otro responde: "qué escasez", en un obvio juego de palabras con "qu’est-ce que ce"?), en un país donde la libreta de racionamiento cumplió cincuenta años matando a todo un pueblo de hambre y necesidad, donde la economía es un evidente desastre, en un país mantenido por Venezuela, aliados económicos de los chinos y de los rusos, en un país donde se violan los derechos humanos, donde no hay libertad de expresión, donde se desnudan a las mujeres opositoras en las calles y se les apalean con la complicidad del pueblo combatiente y vigilante.

¿Por qué resulta más cómodo para el presidente de la República francesa citar a antiguas dictaduras militares de derecha y no poner el dedo en la llaga de esa dictadura militar de izquierda que ha copado de narcoguerrilleros y terroristas al mundo, a los países suramericanos y buena parte de los países árabes (recuerden el viaje del Che Guevara a Siria, donde es considerado todavía un mullah santificado y un talismán de la rebeldía). Verdaderamente no consigo entenderlo, y al igual que yo otros amigos americanos. No es posible que siga existiendo tanta ignorancia, o tanta complicidad, falseando la historia, en un desfase sin parangón, que en lugar de ser provechoso para el futuro de Francia y sus relaciones bilaterales con un continente que, sí, es ya un continente en vías ultra rápidas de desarrollo y ya no más subdesarrollado (por cierto, lo que era Cuba en 1957, un país en vías supersónicas de desarrollo), sigue siendo el peor de los subdesarrollados en materia de derechos humanos y libertad de expresión.

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