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Zoé Valdés

Francia: el voto de ultraderecha y el de la ultraizquierda

El inmovilismo del estado francés, así como la burocracia de este país, es lo que ha impedido que Sarkozy pueda cumplir con algunas de sus medidas, y lo mismo le sucederá a Hollande.

Numerosas publicaciones en España han sacado titulares en los que dan por sentado que Nicolas Sarkozy ha comenzado a cortejar a los votantes de Marine Le Pen, lo que es cierto, aunque no de manera tan vulgar como se ha querido dar a entender. Sin embargo, se ha ignorado que al mismo nivel que Sarkozy, François Hollande ha hecho exactamente igual pero usando ese lenguaje ambiguo que lo caracteriza; aunque ha llegado un momento en que debe definirse con mayor claridad y él lo sabe, como se puede comprobar en la portada de Libération de ayer, en la que el político francés expresó que "me toca a mí convencer a los electores del Frente Nacional". ¿Quiénes son esos electores? Los votantes de Marine Le Pen, los votantes de la ultraderecha.

Tanto la ecologista Eva Joly como el ultra comunista Jean-Luc Mélenchon, tan peligroso –como he subrayado tantas veces– como Le Pen, pero hacia quien los diarios de izquierda curiosamente muestran una simpatía sin precedentes, aun cuando este señor ha hecho alarde de estar de parte de los peores dictadores del planeta, han declarado que darán sus votos al candidato socialista. Esos votos de la ultraizquierda son tan indecentes como los de la ultraderecha si es que nos vamos a poner realistas y echamos mano de los crímenes de la historia.

Por su parte François Bayrou, con un 8 por ciento apenas, se expresará el día 3 de mayo, y en ese momento dirá hacia quién irá su consejo de voto. En el 2007 se puso abiertamente de parte de la candidata socialista Ségolène Royale. Dudo que ése sea el caso en esta ocasión.

Marine Le Pen, así como su jefe de campaña, que al mismo tiempo es –según se dice– su compañero en la vida, han dicho que ellos no dirigirán el consejo de voto hacia ninguno de los dos candidatos. Nadie ignora que una gran cantidad de campesinos ha votado tradicionalmente por el Frente Nacional así como que una cada vez más creciente rama del sector obrero desalentada y desorientada por los comunistas y los socialistas ha sido favorable al mismo partido. ¿A dónde irán a parar en esta oportunidad? La improbabilidad es lo que complica la situación de Sarkozy, más que la de Hollande. Pudieran virarse hacia la izquierda siguiendo el impulso de Mélenchon.

El presidente candidato, por su parte, ha propuesto a su rival tres debates de aquí a lo que queda para el día decisivo, pero el otro solamente ha aceptado uno. Y es que François Hollande al parecer resulta extraordinario en el contacto con la gente, es simpático, hace chistes, se las da de gracioso, le gusta hablar con las ancianas, palmearle la espalda a un viejo recostado a un poste, y ese tipo de cosas que hechizan a la prensa y a los populistas. Por el contrario sus discursos no son brillantes, ya lo hemos comprobado, y en los debates es bastante vacilante y fluye con dificultad. Hollande además nunca ha sido ministro, y a su curriculum, aunque fue apadrinado por uno de los más respetados políticos franceses, Jacques Delors, le falta enjundia.

Sarkozy es todo lo contrario. Su pasado, desde los veinte años, ha sido un constante fogueo para empinarse hacia los puestos más competitivos y más riesgosos, así tuviera que hacer lo que tuviera que hacer, como traicionar a Jacques Chirac en una ocasión para irse con Édouard Balladur (aunque no fuera el único que lo hiciera), para regresar con Chirac, como hicieron los demás, cuando Balladur perdió.

Sarkozy se maneja muy bien en los discursos, se dice que se los escribe Henri Guaino, que es un alto funcionario y consejero especial del presidente, quien también se los escribía a Chirac; pero seguramente a Hollande, que tiene fama de perezoso, se los escribirá alguien también. Lo que se ha podido comprobar sin duda alguna es que Sarkozy es una bestia de matar en los debates y en las distancias cortas. ¿Por qué? Tiene un proyecto, cree en él, aunque no sea el buen proyecto, aunque sea el errado. Su intensidad le ha traído varios motes como el presidente hiperactivo, hiperquinético, y algunos problemas con el primer ministro François Fillon. Hollande, del otro lado, parece andar siempre como en las nubes, de ahí la cara de preocupación de su nueva compañera, a la que se nota bastante tensa. De esa tensión poco se ha rumoreado, lo que no ha ocurrido con Carla Bruni, de la que ya empiezan a agitarse los trapitos sucios del bótox porque al parecer el domingo al ir a votar tenía la cara demasiado inflada. Como si la cara con bótox de Carla Bruni tuviera algo que aportar al destino de los franceses.

No es cierto que todo lo que ha hecho Sarkozy haya sido un fracaso, y tampoco es verdad que todas las promesas con las que Hollande intenta seducir pueda verdaderamente cumplirlas una vez que haya ganado. El inmovilismo del estado francés, así como la burocracia de este país, es lo que ha impedido que Sarkozy pueda cumplir con algunas de sus medidas, y lo mismo le sucederá a Hollande.

Para colmo, Sarkozy se ha vuelto demasiado de izquierdas para el gusto de muchos de sus seguidores, y un viraje brutal hacia la ultraderecha de última hora le restaría credibilidad; Hollande tiene a su favor que cualquier tontería que haga, incluso si mañana se retrata besándose en la boca con Marine Le Pen, será bien visto y caerá gracioso, al fin y al cabo la izquierda puede permitírselo todo, sobre todo ganarse los votos de la ultraderecha sin que la prensa lo encuentre mal, y sin que nadie proteste.

Cualquier cosa que pase el 6 de mayo será esperanzador para Francia porque se hará en democracia, pero las opciones son limitadas, y la gente se siente engañada. Todos prometen y luego incumplen. Ese 20 por ciento de Marine Le Pen es la prueba del descontento y de que la gente está harta de que le cuenten historias para dormir parados, como dice el dicho francés.

Cualquiera de los dos cuando gane sabrá que lo habrá hecho con el voto de la ultraderecha, o de la ultraizquierda, ¿cuál es la diferencia? Hollande recuerda demasiado a Mitterrand, no es totalmente negativo en estos momentos para los idealistas burgueses. El problema que siempre ha tenido Sarkozy es que no recuerda a nadie, y se ha salido de esa especificidad francesa de la que tanto alardean los franceses: la elegancia. Pero, al fin y al cabo, Dominique Strauss-Kahn, que se veía el más elegante de todos, si no hubiera sido por el escándalo del Sofitel en Nueva York, estaría ahora en el lugar de Hollande, y con mayores posibilidades de ganar, no hay que olvidarlo, más que Sarkozy y más que el propio Hollande. En fin, tanto Sarkozy como Hollande no ignorarán que deberán entender el mensaje que les envía el pueblo francés. Y ese mensaje es casi un ultimátum. Porque si gana Sarkozy, podemos esperar lo de siempre: huelgas, protestas, ira, al día siguiente de las elecciones. Si gana Hollande, le doy dos meses para que suceda lo mismo. Porque los franceses, a diferencia de los españoles, votan con la razón, y no con el corazón, y mucho menos con la ideología.

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